Debe usted pues prepararse para dejar bien puesto el honor de las armas nacionales en el pri-
mer caso y para no dejarse entretener por los expedientes moratorios que puedan adoptar con el fin de
parar su acción.
Debe usted exigir una sumisión perentoria de grado o por la fuerza. Creo que el uso de esta últi-
ma se hará indispensable. Tenga usted precaución. Fíjese que Aberastain y Sarmiento encuentran muy
natural y legítimo matar lo que estorba. Para ellos no hay más que enterrar los muertos y negocio con-
cluido”.
San Juan se prepara
El 29 de diciembre asumió Aberastain la gobernación de San Juan por un período de tres años.
El flamante mandatario eligió a un colega y hombre de temperamento tan fogoso como el suyo,
como ministro: Santiago Cortínez, abogado de 30 años.
No era una buena mezcla la de Aberastain y Cortínez en un momento de tanta tensión.
Pero para equilibrar, designó a Valentín Videla, hombre de gran experiencia política, en el otro
ministerio.
En su primer discurso, quedaron claros los objetivos inmediatos de Aberastain:
“Si no puedo ofreceros seguridad de acierto en mi administración, puedo si consagrar y consa-
graré, os lo juro, con la mismas fuerzas de mi juramento de ayer, todos mis esfuerzos, mi sangre, mi vida,
al sostén de las libertades conquistadas el 16 de noviembre último; a la defensa de los derechos del pue-
blo de San Juan contra cualquier agresión; al mantenimiento de la dignidad de pueblo libre y demo-
crático que corresponde a San Juan”.
De alguna forma, anunciaba su fin.
Todos los sectores de San Juan se abocaron a la defensa militar.
Aberastain y la Cámara declararon de utilidad pública toda clase de armas, pólvora,
municiones y
elementos necesarios, comprendido el ganado vacuno y caballar y autorizaron un empréstito de hasta 30
mil pesos para enfrentar los gastos.
El día 31 se declaró la provincia en estado de asamblea y se dispuso la formación de un regi-
miento de infantería con el nombre de
Unión Nacional.
El 1 de enero se creó una brigada de artillería con las piezas existentes.
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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97
Santiago Derqui
Francisco T. Coll
El debate entre Urquiza y Mitre
Las cosas andaban mal en la cumbre.
Urquiza escribía a Mitre, gobernador de Buenos Aires:
“En San Juan no ha habido revolución.
Una banda numerosa encabezada por un
chileno violó el domicilio privado e indefenso del gobernador (Virasoro), sacrificán-
dolo bárbaramente en el hogar, en brazos de un niñito de cuatro años. Esos desgra-
ciados no han muerto peleando como hombres.
Han muerto despedazados por fieras
desenfrenadas, a quienes no han podido oponer sino una débil resistencia, la resisten-
cia desesperada del valiente que es amenazado de una muerte segura.
Y agregaba:
“Rechazaba a Virasoro como gobernador de San Juan, aunque estimaba en él
otras cualidades como militar, como rechacé a Aberastain cuando usted me lo indicó
como sucesor, diciéndole que era un hombre exagerado en sus pasiones políticas y que
fue el principal instigador en el asesinato de Benavides.
Para Urquiza,
“es la impunidad del asesinato de Benavides la que ha traído este
horrendo nuevo crimen y la impunidad de este haría perder toda fe en los hombres y las
cosas de nuestro país.”
Urquiza estaba convencido que en San Juan
“ha habido un cobarde asesinato de
sus autoridades; los asesinos han encabezado luego un movimiento para darse autori-
dades. Esas autoridades nacidas del crimen son ilegítimas. La autoridad nacional es
la única que tiene juridicción en una provincia acéfala por el crimen para reponer las
instituciones y, entre ellas, la de la justicia, a la que deben ser entregados los culpa-
bles”.
En una palabra: sólo si se procuraba el castigo de los culpables, triunfarían en San
Juan las instituciones.
Mitre por su parte, le contestaba a Urquiza:
“Usted me decía que conocía bien al coronel Virasoro,
Me decía en San José que
era un hombre con instintos de tigre, que no podía mandar pueblos sin cometer actos
violentos y provocar resistencias. Y me agregaba que la provincia de San Juan era un
pueblo desgraciado que no había participado de la libertad conquistada en Caseros.
Virasoro ha caído sin partido ni dentro ni fuera de San Juan.
Nada haremos con maldecir asesinos ni calificar a los autores del hecho con más o
menos severidad. Ni con deplorar los males que tales sucesos han causado. El deber del
hombre de estado, del patriota, del hombre práctico, es encarar los hechos como son en sí, buscarles el remedio, evi-
tar mayores males y proceder con la moralidad y la firmeza de siempre y con el tacto que requieren las circunstancias,
sacrificando muchas veces si se quiere, los impulsos del corazón que, aunque generosos, nos llevarían a agravar el mal
y a producir errores peores que los que se condenan”.
El 5 de enero de 1861 Mitre escribía a Urquiza:
“Una intervención a mano armada en los asuntos de San Juan, no puede tener por objeto sino establecer ese orden
de cosas tan odioso como inmoral, tan violento como ilegal. Y yo y la Nación entera maldecirá una intervención seme-
jante, que aparte de que promueve a sabiendas la guerra civil, va directamente contra la Constitución y contra la equi-
dad. Porque todo el mundo sabe lo que importa una intervención realizada por tropas indisciplinadas en el saqueo y la
imposición brutal de la fuerza¨.
Y agregaba Mitre:
“Los coroneles Conesa y Paunero, que llegan en este momento, me informan que el gobernador Saa, de acuerdo con
el de Mendoza, han resuelto hacer uso de la fuerza para someter al pueblo de San Juan, cuando este se había sometido
a la comisión del gobierno nacional y cuando la cuestión prometía resolverse pacíficamente.
Así pues la guerra civil se promueve porque se quiere promoverla a todo trance, aun antes de hacer uso de los
medios pacíficos y esto me autoriza a creer que no se va buscando castigar crímenes sino castigar y sofocar una revo-
lución legítima en sus fines, para vencer en ella a un partido político, por más que esa revolución sea en realidad la
obra de todos los partidos que encierra la provincia de San Juan”.
Bartolomé Mitre
Justo José de Urquiza