Inmediatamente recuperada Jáchal, Aguilar salió a buscar a
Molina y Bellomo, que huían a Chile. Los alcanzó en Rodeo y tras
un simulacro de consejo de guerra, los fusiló.
Soage actuó como gobernador provisorio desde el 10 hasta el
19 de abril, designando como ministros a Ruperto Godoy y José
Eugenio Doncel.
Lo primero que hizo Soage fue formular un cargo de respon-
sabilidad contra los que contribuyeron a sostener los gobiernos de
Videla en San Juan y Felipe Varela en Jáchal y contra los que parti-
ciparon en sus hordas y actos de pillaje, ordenando sus capturas y el
embargo de sus bienes.
La segunda
medida fue declarar nulos todos los actos de
gobierno cumplidos desde el 5 de enero al 7 de abril de 1867.
El día 18 llegaron a Huanacache las fuerzas nacionales al
mando del coronel Paunero, que habían combatido a las órdenes del
general Arredondo. Con ellas venía el gobernador Camilo Rojo,
quien al día siguiente reasumió el mando.
Desde el día que llegaron los colorados, el 5 de enero, hasta que se fueron el 7 de abril, San Juan
tuvo seis gobernadores: Flores,
Videla,
Molina, Burgoa,
Moyano y Soage, en sólo tres meses.
Y así lo
registraría la historia.
Dicen que hubo dos días de fiesta en San Juan.
Las tensiones habían pasado.
Y era necesario un desahogo popular después de tantos crimenes, saqueos y violaciones.
Jáchal, en cambio debió esperar un poco más antes de respirar. El 20 de abril, tras ser derrotado
en Pozo de Vargas, Felipe Varela la ocupó nuevamente y permanecería allí, sin respetar derechos ni per-
sonas hasta mediados de mayo, cuando se dirigió a las provincias del norte, intentando sublevarlas.
La economía sanjuanina tardaría mucho tiempo en recuperarse luego de tanto saqueo.
Se calcula que el quebranto no fue inferior a los 500 mil pesos y el gobierno nacional sólo con-
tribuyó con un subsidio de 20 mil, pagadero en cuatro mensualidades de 5 mil pesos cada una.
¡Mejor no lo hubieran hecho!
Enterado el “gobernador” Videla ordenó que inmediatamente fuera abiertas y que suministraran
“cuando se necesite para vestir y alimentar la tropa”.
Los asesinatos y robos eran moneda corriente.
Las fincas en la zona rural fueron saqueadas.
No quedó un sólo animal. Las vacas y cabras fue-
ron utilizadas como alimento de la tropa.
No eran precisamente los modales lo que caracterizaba al grupo invasor.
La presencia de delincuentes comunes y el accionar especialmente de unos 300 puntanos coman-
dados por un tal Feliciano Araya, sembró el terror violando a cuanta mujer encontraron y degollando con
crueldad a pacíficos e indefensos pobladores.
Fue sin duda la más feroz de todas las invasiones. Tanto que hasta el jefe mendocino Manuel
Olascoaga reaccionó con energía intentando limitar tantos excesos.
Así llegó el mes de abril.
Hasta marzo, Videla había sido el
“gobernador”
. Es más, autotitulándose
“jefe de las fuerzas
libertadoras contra la caduca presidencia de la república”
pretendió ejercer nominalmente desde San
Juan el gobierno nacional.
El 22 delegó el mando en el coronel José Bernardo Molina, quien designó como sus ministros al
joven sanjuanino Marcos Lloveras y el porteño Federico A. Legrand y como jefe de Policía, a José María
Belomo.
La situación no cambió mucho. El pillaje y los crímenes, seguían siendo moneda corriente.
Era evidente que un pueblo sometido, sin sus líderes naturales, poco podía hacer por sí solo.
Sólo un milagro podía modificar la situación.
Y ese
milagro
se produjo.
El 7 de abril llegaron noticias buenas para San Juan: el día 1 de abril, a orillas del Rio Quinto, en
la provincia de San Luis, las fuerzas del Ejército Nacional, al mando del general José Miguel Arredondo,
derrotó a la columna revolucionaria del general Juan Saá, que se dirigía al Litoral a tomar la capital.
¡Increíble pero bastó ese hecho para que todo cambiara!
Los jefes federales comprendieron que habían perdido.
Sólo les quedaba huir.
A la 1 de la mañana del día 7, el
“gobernador”
Molina y sus cola-
boradores delegaron el mando en el comandante general de Armas
Carlos Burgoa y huyeron rumbo a Chile.
Burgoa, ese mismo día 7, designó gobernador interino al doctor
Napoleón
Moyano, presidente de la Corte de Justicia y también
huyó.
Moyano convocó al pueblo para elegir un gobernador: el día 10
resultó electo don Belindo Soage.
El día 9, al conocerse en Jáchal la noticia del triunfo de las fuerzas
nacionales, estalló un movimiento libertador en horas de la tarde,
encabezado por el comandante Francisco Domingo Aguilar, secun-
dado por Andrés Corsino Riveros, que perdió la vida en el enfrenta-
miento con los montoneros. y algunos guardias nacionales.
Aguilar encarceló al delegado dejado por Varela al partir para La
Rioja, llamado Fabián Martínez.
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Belindo Soage
Carlos Burgoa