—¿Usted sabe lo que pasa... no?
—Se que doña
Magdalena fue sobrina y pupila de don
Valentín Videla...
—Parece que algo más y es por eso que García Aguilera ha
iniciado trámite de divorcio.
—No lo sabía.
—Es más, como la mujer abandonó la casa, el chileno pidió
a la policía que la obligara a regresar al hogar.
—¿Y qué pasó?
—La policía dispuso que un pesquisa siguiera a la señora y
un día se tuvo el dato que huía a Mendoza.
—¡No me diga!
—El policía, acompañado por don Manuel García Aguilera
y Benjamín, el hermano de este, salieron a buscarla. En Pocito les
dijeron que la habían visto pasar, acompañada por su madre, doña
Jacinta Videla y el abogado Manuel Moreno.
—¡Mire usted!
—Poco más al sur las alcanzaron y ahí nomás detuvieron al abogado y las dos mujeres a punta de
revólver.
—¡Qué grave!
—El policía acusó a doña Jacinta y a Moreno que llevaban una persona robada, por lo que obli-
garon a volver a doña Magdalena.
—¿Y cómo entra don Valentín en esto?
—Don Valentín defendió a su sobrina en el juicio.
—Era lógico.
—Claro que era lógico pero Manuel García Aguilera estaba lleno de odio por lo que había ocu-
rrido y acusó a don Valentín de mantener una relación íntima con su sobrina y ex pupila. Además, le
inició un pleito porque como Valentín era tutor de Magdalena, decía que debía rendir cuentas de cómo
administró su fortuna.
A todo esto el caso había tomado dimensión nacional. Y Sarmiento expresaba su malestar en carta
a Rosauro Doncel, quien luego sería gobernador.
—Por San Juan no pasan los años. Siempre la discordia y las pasiones rencorosas. Resistíamos
a Benavides y a la Confederación. Resistían al gobierno de Mitre, al mío, a todos. La verdad es que he
tenido el gusto de ignorar lo que pasa en San Juan, rompiendo para ello toda anterior relación de
correspondencia, con hombre alguno y aun con mis hermanas toda vez que me han hablado de cosa que
se ligue a la vida pública. Esta conducta nació de la profunda aversión que las cosas de San Juan me
dejaron y del plan que he seguido constantemente con los gobernadores de no tener con ellos relacio-
nes en cuanto pueden serme onerosas a veces, haciéndome la opinión vulgar como partícipe de sus
actos. Y porque nunca me habían de ser útiles pues para nada su adhesión o desafecto pueden servir-
me.
Pero la pregunta seguía en pie.
¿Quién mató al gobernador Videla?
¿Fue la obra de un desequilibrado?
¿Lo hizo un marido engañado?
¿Fue el resultado de los rencores contra Sarmiento que algunos habían concentrado en el gober-
nador?
¿Fue una acción solitaria o hubo encubridores?
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
120
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Domingo Faustino Sarmiento
La investigación
En San Juan todos hablaban del crimen.
Por sus características, se había transformado en la comidilla
de lo mejor de la sociedad.
Y no era para menos.
Un gobernador asesinado, vinculado con un asunto de faldas,
yerno de un monseñor varias veces gobernador, una familia con
varias muertes misteriosas, poder, dinero, política. Y una prensa
furibunda y panfletaria representada por algunos periodicuchos.
¡Qué más se podía pedir!
La instrucción sumarial determinó que se había visto en el
lugar del crimen al chileno Benjamín García Aguilera, hermano de
Manuel, el vicerrector del Colegio Nacional.
Benjamín era un conocido sujeto de acción vinculado a los ex
montoneros, que respondía a Santos Guayama en sus correrías por la campaña.
Santos Guayama había sido enérgicamente reprimido durante los gobiernos de José María del
Carril y Valentín Videla.
El sumario por el asesinato del gobernador comenzó inmediatamente se retiró el cadáver de la
Casa de Gobierno.
El gobernador interino, Benjamín Bates, designó el 21 de diciembre a un empleado más, en cali-
dad de sumariante provisorio.
Ese sumariante resultó ser Pedro Echagüe, escritor y antiguo redactor de El Zonda durante la
gobernación de Sarmiento.
El 28 de enero de 1873 Echagüe renunció al cargo por haber sido designado juez de Letras inte-
rino.
Una semana antes, Bates había sido separado de su cargo por un motín militar y el gobernador de
facto, Faustino Espínola, no hizo nada porque se siguiera investigando el crimen.
Se tomó declaraciones de vecinos y conocidos de Valentín Videla, quienes se refirieron a sus cons-
tumbres, sus relaciones, sus amigos y enemigos.
Se supo que luego de cenar, don Valentín solía visitar a algunos amigos para conversar hasta tarde,
cuando el calor pasaba y se podía dormir.
Pero nadie supo decir adonde iba aquella noche.
Se sabía que había muerto en el lapso que va desde que salió de su
casa, antes de la medianoche y la madrugada, cuando fue encontra-
do.
Y hasta se dijo que los autores materiales habían sido cinco o seis
personas.
Los investigadores estaban desorientados. Pidieron un completo
informe sobre el cadáver. Los doctores Amaro Cuenca, Facundo
Larrosa,
Guillermo
Alexander y
Miguel Echegaray fueron tan
minuciosos que hasta presentaron análisis químicos de la víctima
cuando era evidente que había sido muerto a golpes....
La policía detuvo a Benjamín García Aguilera, Juan López y Juan
López Montoro.
Benjamín Bates
Faustino Espinola