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Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Parte de guerra
¡Viva la Federación!
Suburbios de la ciudad, agosto 21 de 1841
Al Excmo. señor gobernador y capitán Gral.
interino de la provincia de Mendoza
He recibido la honorable nota que el señor ministro, por orden de S.E., se sirve dirigirme, en que
me dice avisa mandarme 80 hombres al mando del teniente coronel don Gregorio Ramírez, los que creo
que hoy a la noche estarán con nosotros.
El 17 llegué y me reuní con el General Benavides en el Pocito.
Marchamos al pueblo a atacar
al salvaje Acha.
El 18 le encontramos en La Chacarilla, ocupando su altillo, alturas y demás posiciones venta-
josas con una pieza.
Pero resueltos nuestros bravos compañeros lo cargaron, desplegándose nuestra infantería en
tiradores, por las paredes y, a pesar de la tenacidad de los contrarios, la actividad y valentía de los
nuestros logró hacerles una terrible matanza, quedando en las calles el intrépido jefe Alvarez,
muerto
de metralla por una de nuestras piezas, con más de 14 infantes, un coronel y el gobernador que fue de
Córdoba, Alvarez, que mandaba la caballería, concluyó su carrera de un hachazo y muchos oficiales y
tropas que se ignoran sus nombres, porque no ha habido tiempo de recogerlos.
Los bravos policianos cargaron otra parte de caballería, que acuchillaron desde el extremo de
la ciudad al sud del río del norte.
Ayer se han recogido 40 cadáveres y por todas las calles se encuentran porciones.
De los nuestros también hemos perdido pero pocos, de que posteriormente avisará V.E. circuns-
tancialmente, no pudiendo ahora verificarlo porque me falta tiempo.
Ahora vamos a estrechar al enemigo pues ayer se le intimó rendicióny no quiso aceptar.
Está reducido al recinto de la plaza, favorecido en las torres y azoteas.
Su fuerza es de cerca de 200 infantes y 12 de caballería. Todo lo demás lo ha perdido.
Se les ha tomado cerca de 200 fusiles,
muchos prisioneros y soldados que se le están pasando,
con lo que ha aumentado nuestra infantería, que ya se compone de 140.
Logramos salvar los prisioneros del 16 y algunos soldados.
El enemigo nos tomó el 18 una pieza, sin armón, con 3 tiros, que pude haberla salvado pero creo
la rescataremos. Era de San Juan, que las 2 más las tengo.
Otra de San Juan se destrozó ayer al primer tiro.
Asi es que mis dos piezas no más tenemos y el enemigo otras dos con la que tomaronporque una
de las de ellos el 18 se les rompió.
Esta nota va toda desquiciada porque le escribo entre la bulla y alboroto sólo porque V.E. se
satisfaga de nuestro estado actual.
Municiones no tengo. Ni un cartucho más de los que están amunicionados.
José Santos Ramirez
Comandante en jefe de las fuerzas
auxiliares de Mendoza en San Juan
Furioso ordenó al mayor Francisco Diaz lanzarse con la infantería sanjuanina. La misma orden
dio al chileno Barrera, a cargo de los 350 infantes del batallón Auxiliares de Mendoza.
—¡Todos por el centro, hay que arrebatarles los cañones!.
Eran 650 hombres que avanzaban mientras la metralla enemiga iba derribándolos como moscas.
Muchos cayeron pero otros llegaron hasta la zanja.
Ya no eran los cañones los que mandaban sino las bayonetas.
Ya no era el alcance de tiro sino la lucha cuerpo a cuerpo.
Acha desmontó y se sumó a su caballeria.
—Nuestros enemigos no dan cuartel al vencido.
Muramos pero muramos peleando—,
fue su
arenga.
Las crónicas de la batalla son tremendas en el relato.
“El asalto alcanzó la acequia de dos varas de ancho tras la cual se parapetaba la formación uni-
taria. Los cadáveres pronto cegaron la acequia, sirviendo de puente para pasar sobre ellos y teñían de
rojo las aguas.
La mayoría de los jefes y oficiales de mayor graduación perecieron y de los 700 soldados de la
infantería federal participantes en la acción, sólo sobrevivieron 157.
Fue un combate homérico, episodio de novela, librado a menos de seis metros una línea de la
otra. Según Larraín, el más sangriento que registra la historia de nuestras guerras civiles”.
Empezaba a oscurecer y la suerte estaba echada.
Benavides ya había abandonado el campo de batalla y con su reducida tropa se dirigía a San Juan.
Los cuerpos de infantería federal estaban destrozados.
Aldao intentó un último ataque con lo que le quedaba de su caballería.
Fue un ataque desesperado, sin futuro. Fueron parados en seco.
No quedaba más que huir.
Y eso hizo Aldao con los hombres y caballos que le quedaban.
Angaco estaba regado con sangre.
Mil federales murieron aquella tarde. 170 unitarios perdieron la vida en San Juan. Una verdadera
carnicería.
¿Quién había perdido más?
Porque la guerra no terminaba, era una batalla.
El general Acha quedaba dueño del terreno y con más de 200 prisioneros y la poca artillería con-
quistada, pues Aldao logró conservar la mayor parte. Pero ya no contaba más que con 300 hombres ago-
tados, heridos, sin varios de sus jefes más valientes y experimentados.
No, nunca hay vencedores en una guerra.
El regreso de Benavides
Los unitarios de Acha habían ganado la batalla.
Los federales se disponían a ganar la guerra.
Nazario Benavides, con sus tropas maltrechas fue el primero en emprender el regreso a la ciudad.
El objetivo estaba claro: debía llegar antes que los unitarios para organizar la resistencia.
Una idea rondó su mente.
Llamó al comandante Uliarte y le dio una orden.
Uliarte se adelantó al resto de las tropas y entró a la ciudad al galope.
—¡Ahí va el salvaje Acha! ¡Ahí no más va! ¡Atajen!
A los pocos minutos llegó Benavides y buscó al obispo Quiroga Sarmiento.
Este ordenó oficiar un tedeum y echar a vuelo las campanas por el
“triunfo federal”.
El pueblo salió a las calles a festejar la victoria y vivó a Benavides quien recorrió Desamparados
y Pocito reclutando gente.
Pronto reunió un ejército de 400 hombres nuevamente.
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