revoluciones_y_crimenes_politicos_en_sanjuan - page 50-51

Desde allí marchar hacia la ciudad, intentando dejar a Acha entre dos fuegos: su ejército desde el
norte y Aldao desde el sur.
Ni Acha esperaba encontrar a Benavides ni este a Acha tan pronto.
A las 9 de la mañana, una columna de Acha, al mando del comandante Juan Crisóstomo Alvarez,
divisó a los federales.
Alvarez dio inmediatamente la orden:
—¡Al ataque!
Sólo dos horas duró la batalla.
Las fuerzas de Benavides, cansadas y mal domidas, tomadas sorpresivamente, sólo atinaron a dis-
persarse.
El campo quedó en poder de Acha mientras Benavides recomponía sus fuerzas y enderezaba hacia
el este, donde una polvadera indicaba la llegada del ejército de Aldao por la brecha de la montaña entre
las sierras del Pie de Palo y el Villicum.
Acha, animado por su triunfo sobre Benavides, continuó su marcha hacia Angaco, buscando el
punto más favorable.
Y es en este punto donde tenemos que hacer un alto.
Lo que vamos a relatar es la batalla más sagrienta que recuerde la historia argentina.
Ubiquémosnos en el lugar, en ese territorio nuestro que aun podemos ver todos los días.
El sitio exacto donde Acha formó sus tropas fue donde termina la vegetación y comienza el desier-
to.
A sus espaldas, el rio que acaba de cruzar.
A la izquierda, los despuntes del Villicum.
A la derecha,
los médanos que se extienden hasta el Pie de Palo.
Los partes de la batalla hablan de una gran acequia, de la que no quedan vestigios. Según Videla,
pudo ser la llamada Aguada de las Burras. También pudo ser el canal de Angaco o de Caucete,
manda-
do construir por De la Roza en 1818.
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Intimación de Acha
¡Libertad, Constitución o Muerte!
Caucete, agosto 12 de 1841
Señor
Don José María Oyuela
Jefe de las fuerzas sanjuaninas
Señor mío
Mañana temprano estaré con mi columna al frente de usted.
No comprometa ese pueblo. Y si lo hace, que sea para vencer.
La guerra, si se dispara un tiro después de recibir esta, es declarada por mí a muerte.
Si usted quiere tener una entrevista conmigo, será mañana, cada uno al frente de sus
fuerzas. Pero es preciso que sea a la inmediación de ese pueblo.
Mariano de Acha
Jefe de vanguardia del Ejército libertador.
Era el mediodía y hacía frío aquel 16 de agosto.
De un lado del canal o zanja, Acha mandó formar a su tropa. Quedó conformada una larga cade-
na de infantes, entremezclados con la artillería, siguiendo la línea del cauce.
A la izquierda y a la derecha de esa línea ubicó los cuerpos de caballería, como alas móviles. En
total, unos 500 hombres.
Desde lejos los divisó Aldao y su segundo jefe,
Nazario Benavides, con quien se había reunido
minutos antes.
¡Era grande el ejército federal!.
Exactamente, 2.297 hombres que integraban siete cuerpos: el batallón de infantería Cazadores
Federales, con 350 plazas el batallón Auxiliares de Mendoza, con otros 350; la artillería con cuatro caño-
nes servidos por 30 hombres cada uno; el regimiento 2 de caballería Auxiliares de los Andes, con 477
efectivos; el regimiento Milicias de San Juan, con 300; el regimiento Auxiliares de Mendoza, con 350 y
el regimiento Auxiliares de San Luis, con otros 350 hombres.
Acha tenía muy pocas ventajas: su ubicación estratégica y el mayor poder de su artillería.
Aldao confiaba en su numerosa caballería.
Y se lanzó al ataque con ella.
Fue en ese preciso instante cuando la artillería unitaria comenzó a vomitar su fuego.
Y aquel pedazo de suelo sanjuanino se llenó de polvo, de pólvora, de olores, de gritos, de peda-
zos mutilados de cuerpos de hombres y bestias que saltaban por el aire.
La batalla había comenzado y el reducido ejército de Acha causaba centenares de víctimas en las
filas federales..
Aldao no podía creer lo que estaba ocurriendo.
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