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Miradas
-Son fierros, Pablo, se arreglan. Fue una desgracia con suerte. Admití
que desde Urquiza hasta Paula de Sarmiento, era una autopista. Ahora
te obligan a disminuir la velocidad.
-Mmmmm, y te pasa lo que a mí que rompí el auto. El que me rompe
las bolas es mi hijo Facundo: quiere que le firme el permiso de los 17
para sacar el carnet. Sí, ya sé, una locura. Pero viste cómo son estos pen-
dejos, insisten, insisten, hasta que…
-Pablo, ojo al piojo. La estadística es contundente: en San Juan, 136
muertos en el 2012.
-Uh, te volviste más papista que el Papa Francisco. Con pianitos no
se arregla el problema de los accidentes de tránsito.
-Pelotudo, es gente muerta, gente que salió de su casa y no regresó,
gente que tenía una familia que se quedó esperando para siempre. ¡¡La
calle es de todos!!
A Pablo le cayó la ficha. Su amigo había perdido un sobrino, hijo de
una hermana, en un accidente hacía unos años. La familia venía de vaca-
ciones. En la ruta 20 y calle La Plata se les atravesó una carretela. Frenada,
volantazo, maniobra brusca para esquivarla. El chico salió despedido del
auto por no tener el cinturón de seguridad. La carretela, ilesa.
Cuando Pablo llegó a su casa, su esposa lo sorprendió con una noti-
cia: su madre se había caído.
-Tranquilo. Tu madre se accidentó. Sólo machucones y un golpe en
el hombro. No tiene nada, recién venimos del médico.
-¿Qué pasó? ¿Por qué no me avisaron?
-Yo no quise, hijo. Venía en el colectivo y el chofer por mirar la pan-
talla led gigante de Libertador y Santa María de Oro frenó, y me caí.
Bueh… se cayeron varios.
En eso apareció Facundo.
-Abu, ¿y ese moretón? ¿Te agarraste a pelear con tus amigas de yoga?
Jajajaja.
-Yo la saqué barata. Pero otra señora se quebró un brazo.
-Che, viejo. ¿Qué hay de lo mío? Dale. ¡Todos mis amigos tienen el
permiso!
-Cortala, Facu. Cuando terminés la escuela y si no te llevás ninguna.
-Uhhh, loco. Cuando tenga mil años. Si no me llevo naa, naa este tri-
mestre, ah? Daaale. Y si me ponen titular en el equipo. Daaale. Además,