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ocholo Díaz reculó, perdió pie y quedó sentado en el suelo. En la
caída alcanzó a largar la bicicleta. El pelotón de siete ciclistas que
se habían detenido en el bosquecito al lado del Parque Faunístico
trató de calmar los ánimos.
-Vamos, muchachos, no van a pelear por ésto. Unos ayudaban al
agredido a levantarse, mientras que el agresor, El Negro Víctor, miraba
para abajo.
En silencio, se rearmaron: tomaron agua, descansaron cinco minutos
más, antes de subir el paredón del Dique repitiendo el ritual de todos
los sábados por la tarde.
Víctor picó en punta, jalando a sus compañeros, ayudándolos a
Telodije