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Alejandra Araya
Aníbal, nuestro hermano mayor, nos mata!
-Llevátela vos, que se la lleve él entonces.
-Sos perversa, de mil amores me la llevaría a la vieja. Pero vivo en
un dúplex. ¿Cómo la subo por las escaleras? No tengo comodidades. En
cambio vos, te quedaste con la casa de la familia en el barrio Del Bono.
Ojo, no te estoy reprochando. Aníbal es gerente de una multinacional
en Brasil, tampoco puede. ¿Querés que hable con él para poner unos
mangos y contratar a una señora que te ayude? ¿Cuánto costará eso?
¿Porque vos cobrás la pensión de mamá, no?
-Es que ya tuve una docena de empleadas y tampoco es la solución.
¿Sabés lo que es tener todo el tiempo una persona extraña en tu casa?
Una me robaba, la otra se comía las cosas ricas que encontraba y se to-
maba el whisky de mi marido. Había otra que veía televisión todo el día
y se olvidaba de darle los medicamentes o se los daba mal. Una vez hubo
que llamar a la emergencia por el vómito y la diarrea que la mami tenía.
-¿Por qué no me avisaste?
-Fue un fin de semana que vos te habías ido a las carreras. Y tu es-
posa, bueh… Con ella no se puede contar.
Si Magdalena despertaba y no escuchaba la voz de su hija, se ponía
a gritar y no había manera de contenerla. Por eso, Marita había grabado
unos cuentos en el celular para que le hicieran escuchar mientras ella se
ausentaba.
Su amiga Gladys la vio en el Banco.
-¡Marita! ¡Estás súper delgada! ¿Cómo hiciste?
Marita se largó a llorar. Le contó lo que estaba pasando y agregó:
-Si esto sigue así, pierdo a mi marido y a mis hijos que me dicen que
la meta en un geriátrico, pero mis hermanos no quieren.
Gladys la invitó a tomar un café.
-¿Para qué vivimos tanto, Gladys? Cuando salen en la tele diciendo
que la expectativa de vida en el 2040 llegará a los ciento y pico, los puteo.
¿Vivir más en una sociedad que no está preparada logísticamente para
atender a los viejos? ¿Para qué? ¿Para romperle las pelotas a los que te-
nemos al lado, eh? No, m´hijita, ya, ya les firmo a mis hijos ante escri-
bano que cuando me ponga gagá, me metan una pichicata y a mirar
rabanitos!
-Mari, estás desequilibrada.
-No puedo dormir, ni al baño voy tranquila. Yo la amo a mi vieja.
Hemos viajado juntas, hemos disfrutado de la vida, pero así, en las con-