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Miradas
La frase “rehacer su vida” fue un puñal que Cecilia sintió clavarse
en su corazón. Al principio estaba bien que fuera a yoga, al casino, e
hiciera escapadas a Rodeo los fines de semana. El entusiasmo que le im-
primía esa joven mujer era aceptable. Pero un crucero, es otra cosa.
Rodolfo tenía dos hijos, Fabián y Cecilia. Fabián vivía en Buenos
Aires. Cecilia se casó, se divorció. No tuvo hijos con el primer marido y
ahora tenía una beba con su nueva pareja.
Rodolfo llegó del supermercado y vio el auto de su hija en la puerta.
Se sorprendió. Entró por el garaje, la saludó afectuoso. Ella le dijo:
-Tenemos que hablar, papá.
-¿Pasó algo?
-Me dijo Iván que te vas a un Crucero.
-¡Ya le voy a tirar las orejas a ése! Iba a invitarlos a cenar acá, en casa,
mañana para darles la noticia y presentarles a Adriana, mi novia.
-¡¿Tu novia?! ¡¿Vas a traerla a esta casa donde viviste con mi madre?!
¿Qué te pasa, papá? Tenés 70 años, no te das cuenta que…
-…que me voy a morir… Sí, claro, por eso, porque me di cuenta que
hace 15 años estoy solo, que a tu madre la cuidé, le fui fiel siempre. Car-
gué a su lado la cruz de ese cáncer que la consumió. Y porque…
-¿Por qué? ¿Qué motivos tenés para ensuciar así a mi madre?
-Me he enamorado.
-¿¡Enamorado!? ¿A tu edad?
-Cecilia, voy a pedirte que te retires de esta casa.
-Esa mina te quiere sacar la guita, no te das cuenta. ¿Cuántos años le
llevás? ¿Eh? Enamorado, el señor se ha e-na-mo-ra-do. Y por eso hace
el ridículo muy de la manito en el café. Ya me han dicho mis amigos que
te han visto. ¡Qué vergüenza!
-Andate, Cecilia.
-Te recuerdo que esta casa es herencia de mi madre y en vista de las
circunstancias, empezaremos de inmediato con el sucesorio.
Dicho ésto, pegó un portazo y se fue.
Rodolfo se sentó en la silla y se tomó la cabeza con las dos manos.
Esa noche por primera vez, se quedó a dormir en lo de Adriana.
-Comprendela, Rodi.
-Vida, estoy muy dolido. Nunca, ni cuando le diagnosticaron el cán-
cer a Norma, me sentí así. No quiero hablar del tema, por favor.
Adriana era divorciada y trabajaba como PAU en la Universidad.
Tenía un hijo: Maxi que estudiaba en Mendoza. Creyó que su parte fe-
menina estaba terminada luego de intentos fallidos de tener un compa-