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Alejandra Araya
-Yo me presento a rendir. Es la última y me recibo.
-¡Estás loco, flaco! Le dijo su compañero.
-La vida se vive con coraje, hermano.
Se había quedado dormido en la cama que se manejaba con botones
automáticos. Cuando despertó, sus ojos encontraron los de su mujer.
¿Cuánto hacía que le cuidaba el sueño?
-Tenés que orar y pedirle a dios. Le decía ella.
-¿Cómo se hace? Le contestaba él.
-Es estar al borde de un precipicio y largarse.
-Te caés.
-No, la luz te sostiene. Es dar el salto de fe.
Venían de cuatro o cinco. Era el equipo de Nefrología con guarda-
polvos blancos para dar el comunicado número 2532. Que se había
hecho todo lo científicamente posible, que luego de haber aplicado todas
las técnicas y debido a que los resultados no se daban, iban a tomar una
decisión.
-Flaco, vos estás bien, no vamos a poner en riesgo tu vida. Total, lo
intentás el año que viene.
Y la plancha de acero, el límite de lo humano, el filo del abismo.
-Dr, se viene el fin de semana largo, el martes tomen la decisión.
Vamos a rezar. El amor todo lo puede. Dijeron ambos en un hilo de voz.
-Amigos, tengan fe.
Nunca esperó escuchar esa palabra en boca de un médico. (¿Qué es
la fe?)
Ese 15 de agosto se aferró con más coraje que nunca a su radio-riñón-
puerta a los sueños. Le dio gracias a ese ser que, partiendo de esta vida,
le regaló una nueva. Dio el salto de fe. Voló en alas de la luz.
Cuando ese domingo su mujer llegó temprano a la Clínica, un susu-
rro acarició su oído.
-Fijate lo que hay en el baño.
El recipiente que medía la orina estaba lleno. El riñón se había des-
pertado. Y él fue libre.