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Alejandra Araya
-¡Me cache en dié! Fue la única vez que se expresó con una frase soez.
-Me tomo un coche de alquiler para ir a mi lugar de residencia legal.
¿Te acerco? Luisina le agradeció, le dio un beso y se despidieron.
Eufemia se hizo adicta a los noticieros donde escuchaba: que los conce-
jales no se habían aumento la dieta, sino que habían quitado el tope, que
tal grupo no era golpista, tenía una actitud destituyente. No había despidos,
sino una nueva regulación de empleos. Se estaba volviendo loca.
Una vecina que advirtió los estragos que estaba causando la tv en
Eufemia, la invitó a un Taller de Teatro que daban en la Universidad.
Ahí conoció a Pepe, un hombre de cincuenta y seis años, Profesor de
Educación Física que se había jubilado por incapacidad. En un accidente
de tránsito había perdido una pierna. Como había jugado al hockey
sobre patines toda su vida, ahora asesoraba a clubes.
-Tía, ¡¿te pusiste de novia?!
-No, Luisina, Pepe es un festejante no oficial.
-¿Y qué festeja?
-Una simpatía que me invita a tomar el té.
Luisina-cara de huevo frito revuelto y aplastado. Tendría que haber
dicho: Eufe, tenés un amante pero no quiso ofenderla. En vez de eso
contestó: ah.
-Sabés, Eufe que mi amiga Belén se quedó embarazada.
-Está en estado de gravidez.
-Y sí, su estado es de gravidez porque el novio se borró. Siguiendo
con el tema, ¿cómo anda tu tratamiento? ¿Cuándo volvés al ginecólogo?
¿Querés que te acompañe?
-Hoy es sábado, ¿esta noche tienes una reunión danzante?
Luisina-cara de silencio-de eso no se habla.
Los días pasaron y entre la Facultad y sus múltiples actividades,
Luisina se olvidó del tema. Llegó el cumple de su abuela y vio a Eufemia
con un estilo distinto. Como que hubiese pasado de una foto en blanco
y negro a otra a color. Tenía unos aros a la moda y los labios pintados.
-Eufe, ¡qué linda estás! Le dijo Luisina. ¿Todo bien?
-Muy bien, gracias.
-¿Tu salud?
-Excelente.
-Te ves distinta, como si te hubieras sacado la lotería.
Eufemia se acomodó los lentes, miró para ambos lados y se acercó
al oído de su sobrina nieta:
-No, la lotería no. ¡Me saqué La Grande!