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Cualquier parecido con la realidad es puro cuento.
-Dame la radio.
-No. Es mía.
-Dame la radio, flaco, o te cagamos a patadas.
Y lo cagaron a patadas en el suelo del dormitorio del Internado. Pero
no soltó la radio-puerta a sus sueños. Se la había regalado su hermana
antes de subirse al colectivo mientras le arreglaba el saco. A los trece,
huérfano y rebelde, ya era un hombre. Se iba a hacer el secundario a un
colegio pupilo.
Se aferró a la radio de la misma manera que años después se aferrara
Tras