Una
ciudad,
un
desierto
Las calles del San
Juan colonial eran
de tierra, rectas, de
apariencia desér-
tica y áridas, sin
veredas ni árboles.
En las horas de
mayor calor era
agobiante transitar-
las y de noche con-
taban con muy
poca iluminación,
lograda con faroles
de velas colocados
en las puertas de
las viviendas.
Las viviendas
Las viviendas familiares del San Juan colonial eran
casonas de adobes con techos de caña y barro. Era
característica la ancha puerta a la calle, de hojas
macizas de algarrobo. Las ventanas tenían rejas de
madera o de hierro forjado.
En las casas de las familias más pudientes la puerta
abría a un zaguán con arco de medio punto y piso
enladrillado, con habitaciones a uno y otro costado.
Estas viviendas tenían hasta tres patios.
Por el fondo de todas las casas corría la acequia que
proveía de agua a la familia.
San Juan
colonial
La población
Con poco más de un siglo de vida, en 1670,
la ciudad de San Juan sólo tenía entre 180
y 200 pobladores entre españoles, criollos,
mestizos e indios de servicio doméstico.
En 1770, los habitantes de San Juan ya eran
7.000 y alrededor del año 1800 la
población había crecido a casi 12.000
habitantes.
Durante la época hispana era posible distin-
guir cuatro grupos sociales: los blancos (es-
pañoles y criollos, o sea hijos de españoles
nacidos en América); los indios; los mesti-
zos (nacidos de la unión de
indios y blancos) y
los negros y mu-
latos, estos últi-
mos nacidos de
la unión de
blancos y
negros.
En el San Juan
colonial eran habi-
tuales entreteni-
mientos populares
como las corridas
de toros, progra-
madas para algún
día de fiesta en la
Plaza Mayor.
Otro juego que
apasionaba era la
riña de gallos. La
plaza y las calles
eran también es-
cenarios de carre-
ras de caballos.
Ya desde la colo-
nia se festejaba el
carnaval con rui-
dosas fiestas.
Diversiones
populares
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