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Miradas
tarsis, rima. Cadáveres exquisitos, ahí me asusté. Después usaban las
palabras: placer, goce. Y cuando propusieron hacer literatura erótica,
rajé!
-Los grupos literarios publican antologías con obras de sus socios.
Tal vez a través de ellos logrés tu objetivo.
-¡Ya pasé por esa experiencia! Un sobrino mío, medio rockero, bah,
medio rarito, me dijo: Tío, unos amigos van a publicar un libro, te inte-
resa? Y ahí estoy entre poesías de desconocidos. Escuche: “Los labios
de una noche de alcohol enferma de tu amor”. Le leo otro: “Después
hubo tristeza. Después tu lágrima. Después tu odio clandestino. Des-
pués nunca”.
-Elvio, ¿por qué escribís?
-A mí me salen fáciles los versos. Un día, le hice uno a mi madre, que
en paz descanse: “Ángel de mi sueño, me arrullas cual paloma a su pi-
chón y meces la cuna de los frutos del amor”. Ni azar ni lógica, inspira-
ción.
-Elvio, te leo a Fontanarrosa. Son las palabras iniciales de su libro:
“Usted no me lo va a creer”: “Puto el que lee esto. Nunca encontré una
frase mejor para comenzar un relato. Y no la escribió Joyce, ni Faulk-
ner, ni Jean-Paul Sartre. La leí en un baño público en una estación de
servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y com-
prometerlo. Si el tipo que escribió eso hubiera continuado con su re-
lato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un
escritor. Palo y a la bolsa. El tipo no era un genuflexo dulzón ni un de-
magogo. El lector no es mi amigo. El lector es alguien que le debe com-
prar el pan a mis hijos leyendo mis libros. Todo lo demás es cartón
pintado”
-¡Fontanarrosa escribía con malas palabras! A mí sí me leen mis ami-
gos, mi señora, mis hijos, mis sobrinos. Me dicen: muy bonito, me emo-
cioné mucho.
-El Negro tenía su estilo. ¿Para qué querés publicar, Elvio?
-¡Para ser escritor y pasar a la posteridad! Hacer una presentación,
que vayan los amigos, comer unas empanadas, tomar unos vinos y salir
en el diario.
-Escuchá lo que pensaba Fontanarrosa: “Hay millones de libros en
los estantes. Allí, a ese mar de palabras hay que lanzar el nuevo libro.
Un naufragio de millones de víctimas manoteando desesperadamente
en el oleaje. Y nuestro libro está solo entre los libros que compiten con
él para venderse”