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Alejandra Araya
Hace unos años, cuando le había dado por bajar de peso, había ar-
mado un pequeño gimnasio en su casa porque “ir a que te miren, te den
órdenes y ver a los musculosos, te baja la autoestima”. De aquella vez
había quedado la bicicleta que su esposa usaba para colgar la ropa y las
mancuernas con las que más de una vez sus nietos se pegaron en el pie.
De chico había sido rellenito. Su madre lo crió con leche de burra en
Caucete. Aún recordaba el olor al pan recién horneado y al café con se-
mitas con chicharrones. Por eso empezó a jugar al fútbol, porque el mé-
dico le había dicho a su madre que estaba excedido de peso para su
edad. Se destacó como
arquero. Llegó a jugar una temporada en la primera de Colón Jr.
Ese domingo, después del asado, a los hijos les dio por sacar las fotos
de la familia. Estaban las de esas vacaciones en San Luís. Su hija mayor
era chiquita y él con veinticinco años pesaba 62kg. Las de casamiento y
cuando hizo el servicio militar en el RIM 22.
-Viejo, mirá, te parecés a Nicolás Repetto. ¡Un espárrago!
-¡Qué increíble que una persona pueda engordar tanto! Agregó su
nuera.
La alcahueta empezó a realizar prolijamente su trabajo. Se lo dijo a
su esposa, a sus hijos y a su médico.
-Lo único que está bien en estos análisis es la fecha. Le dijo Dr. Me-
dina mientras leía el papel del Laboratorio. La balanza dice que tenés
20kg de más.
Una chismosa que lo obligó a ir a la nutricionista. ¡La nutricionista!
Le recordaba a su entrenador cuando jugaba al fútbol. Exigente y man-
dona, tenía una alcahueta secuaz que detectaba con precisión hasta los
gramos. Todas las semanas tenía que ir, pesarse y responder las pre-
guntas: qué había comido, cuál había sido el “permitido”, cuántas cua-
dras había caminado. Se había convertido en un reo que con libertad
condicional tenía que ir a dar explicaciones a la Policía Nutrición.
De la noche a la mañana desparecieron los salamines, los chocolates,
el asado de los domingos y los choripanes del fútbol. En vez de eso: mer-
melada light, verduras, frutas, agua mineral, galletas de salvado y queso
dietético. ¿Y su Sirah con roquefort y aceitunas?
Tenía que salir a caminar.
-¡Al chanchódromo, viejo! ¡Al Parque a dar unas vueltas!
Tuvo que comprarse un equipo de gimnasia porque el que tenía ya