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o miró sin decirle nada. Así comenzó Luciana a darse cuenta de
sus verdades. Mientras Horacio le decía que no, que había que
cuidar el dinero, que mejor no arriesgarse, más en estos tiempos.
Eso había sucedido la noche anterior. Al otro día, por la tarde, los
dos fueron al centro a comprar el regalo para el casamiento de Floren-
cia.
-Dale, subí. Luciana le dio la mano mientras la escalera mecánica la
llevaba al primer piso de Falabella y Horacio se había quedado clavado
en planta baja. Los brazos de ambos se fueron estirando hasta que se
soltaron.
-Subí, subí.