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Miradas
Los unía una amistad de años. Eso hizo que el pensamiento del
Chato:
-A éste, lo cago a trompadas.
Se transformara en elevar el volumen de la radio de la 4x4 que había
comprado hacía una semana. Sin embargo, al poco andar y como había
quedadomedio caliente con la retórica Sri Sri ravi Shankar de su socio, dijo:
-Raimundo, no lo tomés a mal, estoy preocupado. Si a vos te pasara
algo o a mí, porque nadie tiene la vida comprada, se nos arma un quii-
lombo. Hagamos un papel ante Escribano para dividir bien los tantos.
-Las 2 causas de la infelicidad son la envidia y la preocupación. Con-
testó Raimundo hombre de mundo.
Emiliano, uno de los hijos del Chato, venía con una propuesta:
-Viejo, estuve pensando, para ir invirtiendo: ¿Vos me ayudás a poner
un café? Tengo un amigo que alquila la llave de negocio. Podemos ane-
xar fotocopias, un kiosco. Es cerca del Centro Cívico. ¿Qué te parece?
Es buena idea, no?
-Y…masomenos. Esos pequeños emprendimientos tienden a desapa-
recer, el pez grande se come al chico. No son momentos de invertir, hay
que parar la pelota, ver qué pasa hasta fin de año.
Para describir la sucesión de acontecimientos personales que el
Chato había vivido en esos días, había que usar la o. Todo le había salido
redondo. (Gracias San Subsidio) De modo que estaba feliz y quería ce-
lebrar sin que nadie se enterara por qué. Se acordaba del consejo de su
abuelo que había llegado a San Juan desde Granada en 1912 instalán-
dose en el Médano de Oro:
-Tú te tienes que arrastrar, llorar. Si dices que te va bien, pues te ven-
drán a pedir.
El Chato cazó su celular y entró a llamar:
-Gorda, me hacés unas ensaladas. Voy con un asado a la casa.
-Sí, pero me duele la cabeza. Me tomo un calmante y me meto a la
cama.
-Emi, compro un poco de carne y hacemos un asadito. ¿Te prendés?
-Y…esos pequeños emprendimientos familiares tienden a desapare-
cer.
No se dio por vencido y llamó a Raimundo.
-Venite a casa, mi hermano, estoy haciendo un asado. ¿Venís?
-Masomenos.