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Alejandra Araya
Mucho tiempo después de esta charla, volví a encontrar a Elvio For-
tunato Puscama en una Feria del Libro. Estaba contento porque un po-
lítico le había publicado su libro. Me lo regaló con una dedicatoria.
-El gusto de la guanaca, comer para morir flaca. Publiqué este libro
y ya estoy pensando en el próximo. Se llamará: “Nací poeta”
Entonces me acordé de lo que un escritor me contó cuando yo quería
publicar: “Dios acompaña a un escritor al Infierno. Allí hay hileras infi-
nitas de escritores sentados, escribiendo en las computadoras. De los
dedos les chorrean sangre porque en las teclas hay cristales clavados.
-Ah, no, esto no me gusta. Llevame al Cielo.
Dios lo lleva al Cielo y allí se encuentra con el mismo panorama: hi-
leras infinitas de escritores sentados, escribiendo en las computadoras.
De los dedos les chorrean sangre porque en las teclas hay cristales cla-
vados.
-No entiendo, Dios, ¿Cuál es la diferencia?
-La diferencia, querido escritor, es que éstos publican.