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Alejandra Araya
taba visiblemente nervioso.
-Tómese estas pastillas una cada doce horas y hágase estos estudios.
Su mente le dictó: “Loco, bajá un cambio. Estás estresado y el estrés
causa impotencia”. Saludó con cortesía al médico y salió rápido.
Llamó a su esposa para invitarla a tomar algo y contarle lo que le es-
taba pasando. Se estaba desequilibrando y no quería perder su centro.
Se sentó, llamó al mozo y pidió un cortado liviano. En la mesa de al lado
había una pareja que dialogaba:
-Te di todo, todo. Decía ella.
-En ese todo ¿me darías el divorcio?
-¡Pensar que yo te elegí como padre de mis hijos por ser buena per-
sona!
La segunda lectura activada fue sutilmente acallada, por ese día
había sido suficiente. La llegada de su mujer Estela lo llenó de alegría.
Le dio un beso supremo y con todo el amor del mundo le preguntó:
-Vida mía, ¿me vas a decir qué te pasa?
Y él le refirió los hechos de manera prolija y ordenada, desde el sá-
bado hasta ahora, incluyendo la charla de la otra mesa.
A ella se le iluminaron los ojos, lo abrazó mientras repetía:
-¡Somos ricos! ¡Somos ricos!
Ya no trabaja más como profesor en la escuela. Ayer lo vi pasar en
un auto importado. Es asesor de empresas multinacionales, políticos,
estudios jurídicos, estrategas, actores, cantantes y gurúes espirituales.
Se hizo el chequeo médico que le dio perfecto: tiene una excelente salud.
Aunque viaja por todo el mundo, sigue viviendo en San Juan. Con la
primera fue uno más, en cambio la segunda lectura lo hizo feliz.