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por expertos (súper alfabetizados) serán responsables de la creación de
cursos en formatos muy variables. Esos cursos serán certificados por el
propio Estado, lo cual puede ser un inconveniente si las libertades no
son plenas, pero también pueden ser certificados por diferentes institu-
ciones y ONG como las academias de ciencias, fundaciones, inclusive
las diferentes iglesias pueden emir su opinión y certificar o no. Lo im-
portante es conocer la certificación del curso. Los profesores locales, que
seguirán existiendo, serán guías y entrenadores. Esos profesores locales
también podrán ponerse al día y actualizarse continuamente a través de
este software que en realidad debiera llamarse “courseware”.
—Un concepto diferente…
—Es imposible transmitir conocimientos sin educación permanente y
ese es el gran problema de hoy. Los nuevos conocimientos tardan
mucho en impartirse porque no hay quién lo haga hoy en todas las lo-
calidades del país. Esto ocurre en todas partes del mundo. Los conoci-
mientos no llegan en tiempo y forma porque no hay maestros ni
profesores para estar frente a las aulas. Así la formación docente parte
mal desde los Institutos de Formación Docente, algunos lamentables,
que existen en la Argentina, sobre todo en la educación dura y tecnoló-
gica. Si se tomaran exámenes sobre ciencia a los profesores de los insti-
tutos de formación docente el resultado sería paupérrimo, pero la culpa
también la tienen los investigadores (súper alfabetizados) que en el sis-
tema actual poco tiempo dedican a mejorar el nivel de sus congéneres.
—Pero qué deberíamos hacer ya para cambiar eso?
—Hoy para paliar el problema debería haber una ligadura muy fuerte
entre el sistema de investigación de punta y el mecanismo de puesta al
día de educadores y formadores. Esto requiere un poco de coordinación
y algún incentivo y puede lograrse. En las ciencias duras y naturales la
actualización permanente es una necesidad ineludible. En la educación
futura sin embargo los educadores deberán sufrir una transición muy
interesante pero algo traumática. Muchos podrán pasar a ser planifica-
dores de eventos y colaborar con los constructores de cursos (cours-
ware), otros permanecerán en los recintos de aprendizaje (ex escuelas)
donde servirán de guías y tutores y atenderán a los educandos con di-
ficultades.
— El trabajo del futuro será cada día más frente a un ordenador. Es
Juan Carlos Bataller