gateando se puso atrás del coche.
De pronto vio a su lado a una persona vestida de negro. Estaba ate-
rrorizado.
Ni siquiera pensó en mirar lo que ocurría con los ocupantes del auto. Corrió hasta la casa de
Agüero.
● ● ●
Palmira Agüero de Santi había nacido en San Juan 25 años atrás. Estaba casada con Arturo Juan
Santi y se domiciliaba en Concepción, en la calle Mendoza número 140. Era sobrina en segundo grado
de Amable Jones.
Aquel 20 de noviembre se levantó temprano y con su marido fueron a pasar el día a la casa de su
tío, Victoriano Agüero, en Pocito.
—Va a ir a almorzar el gobernador—
, le había dicho su esposo.
Estaban preparando empanadas aquel día en la casa de Victoriano
Serían las 12,30 cuando la tía Niamisa advirtió el ruido de un motor.
De pronto escucharon disparos.
Tras un instante de silencio se escuchó un tiroteo prolongado. Las mujeres intentaron ver que
ocurría pero estaban a 250 metros del lugar.
—Parece que es en la casa de Manuel –
dijo Niamisa quien comenzó a llorar.
Palmira comenzó a correr en dirección al lugar del hecho que empezaba a cubrirse por una
humareda espesa, producto de los disparos.
Vio a lo lejos unos hombres que venían en sentido contrario. Alcanzó a distinguir a Vicente
Miranda Jamenson, Benito Urcullu, Ricardo Peña Zapata, José María Peña Zapata, Emilio Sancasani y
otro sujeto más, que no conocía, los cuales llevaban fusiles consigo,
menos Miranda que esgrimía un
revólver en la mano.
Era la casa de Manuel Agüero. Y este se acercaba al auto acompañado por dos personas que Jones
conocía: Arturo Juan Santi, el esposo de Palmira, la hija de su primo Victoriano Agüero y don José
Miguel Bustos.
Eran las 12,30 y el calor se hacía sentir con ganas en aquel paraje de Pocito.
El primero que se acercó al auto fue don José Miguel Bustos.
—¿Cómo está usted señor gobernador?
—Bien don Bustos. ¿Cómo andan sus cosas?
—Acá estamos, conversando con don Manuel.
—Decime Manuel... ¿Vamos a comer acá o en la casa de Victoriano? – preguntó Jones a su primo.
—En lo de Victoriano. Ya nos están esperando.
—Acomódense los que puedan y vámonos, total son unos pocos metros.
—No te hagas problemas. Vayan ustedes que nosotros enseguida los alcanzamos.
— Bueno, en ese caso seguimos viaje. Hasta luego. Vamos...
Y fue en ese momento cuando comenzó todo.
Leonardo estaba atento a lo que hablaban el gobernador y Agüero y no pudo ver lo que ocurría
delante del auto.
De pronto sintió tiros.
Miró en todas direcciones pero no vio a nadie. Leonardo aceleró el
automóvil, que estaba con el motor en funcionamiento. Pero el coche estaba en punto muerto y no se
movió. Se agachó rápidamente pero la curiosidad pudo más y al levantar la cabeza vio que por una ven-
tana salían dos caños de armas, al parecer Winchester. Se tiró entonces de cabeza por el lado derecho y
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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El automóvil
en que
viajaba Jones
y su comitiva
Gran
cantidad de
público
acompañó
los restos de
Amable
Jones, cuyo
cortejo pasa
por calle
Rivadavia