Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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y ya estaban instalados allí. Pero no era fácil la situación. Los grupos de Cambas y Cuello se tiroteaban
furiosamente con los soldados de la policía y amigos del gobernador quiénes ocupaban la Central con
más de 150 hombres.
Desde la parte alta de la Escuela Normal de Varones, que funcionaba en el edificio de la Escuela
Sarmiento ubicado al lado de la cárcel, también disparaba la Policía. Y en la otra cuadra,
Mitre y
Tucumán, el tiroteo era sin cuartel.
Cosa curiosa.
Mientras la lucha se desarrollaba, un regimiento del Ejercito, apostado en la plaza
se mantenía ajeno al combate.
Salió el sol y la situación era desesperante para los revolucionarios. Una idea salvadora cambió el
panorama:
—Hay que incendiar la Escuela.
La escuela Normal de Varones funcionaba en el edificio de la escuela Sarmiento, en la esquina
de lo que hoy es General Acha y Santa Fe, donde actualmente funciona la escuela Antonio Torres. Es
decir, el edificio estaba pegado al antiguo cuartel de San Clemente, ocupado por la Central de policía.
Era junto a la Catedral y la Casa de Gobierno uno de los tres mejores edificios la ciudad.
Había
sido construida por Camilo Rojo 40 años antes y en el frente tenía columnas con capiteles y rejas de hie-
rro.
Las llamas pronto cubrieron las paredes.
—Basta, esto no puede seguir. Esta gente está dispuesta a todo.
El gobernador Godoy había dispuesto rendirse.
Sólo quedaba un paso formal: negociar las condiciones de la rendición
Llamó a su ministro Darío Quiroga y conversaron algunos minutos.
Luego Quiroga buscó al doctor Ventura Lloveras que estaba detenido en la cárcel desde el día
anterior.
—Doctor Lloveras, el gobernador le solicita que me acom-
pañe para ofrecer la rendición del gobierno a las fuerzas que
usted integra.
Quiroga y Lloveras salieron del edificio de la cárcel con
una bandera blanca.
Cesaron los disparos.
Los hombres llegaron a la esquina de General Acha y
doblaron hacia el norte, rumbo a la Casa de Gobierno.
El edificio en llamas, el silencio que se produce después de
una batalla y los pasos de Lloveras y Quiroga caminando por el
medio de la calle con la bandera blanca en alto, constituían una
escena digna de una película sobre el lejano oeste.
En la Casa de Gobierno se pactó la rendición y entregaron
los cuarteles con sus armamentos.
El acuerdo se respetó hasta en sus mínimos detalles.
Inmediatamente acordada las condiciones, se ordenó la
libertad a todos los detenidos y se les dio seguridad a los gober-
nantes.
Victorino Ortega y Saturnino de Oro,
miembros de la junta
revolucionaria, acompañaron al gobernador depuesto hasta su
domicilio en una victoria, los famosos coches de plaza.
Al llegar Godoy a su domicilio –cuenta Horacio Videla— había gente dispuesta a silbarlo. Ortega
se adelantó y dijo:
“Viva el señor Manuel José Godoy”
por lo que la rechifla se transformó en respe-
tuoso silencio mientras Ortega, sombrero en mano, se despedía del mandatario depuesto.
Se había combatido durante varias horas. Se habían disparado miles de tiros. Se habían tirado
bombas e incendiado un edificio símbolo, todo en un radio de una manzana. Sólo hubo 16 muertos, gra-
cias a la mala puntería de policías y revolucionarios. Y no quedaban detenidos.
El pueblo elige
Tras la rendición de Manuel Godoy, el pueblo se reunió ese mismo día en la plaza 25 de Mayo.
Se realiza un plesbicito y se resuelve declarar caducos todos los poderes de la provincia, nombrándose
un gobierno provisorio, presidido por el coronel Sarmiento, acompañado por Saturnino de Oro y Juan
Luis Sarmiento.
La junta designada hace sus primeros nombramientos: designa secretario general al doctor Carlos
Conforti, jefe de policía al comandante Juan R. Cambas y jefe de guardiacárceles a Alberto Cuello, ade-
más de subdelegados en los departamentos.
A todo esto en Buenos Aires, el doctor Benito Villanueva, presidente interino de la República,
enterado de lo que sucede en San Juan, convoca al gabinete y declara intervenida la provincia, desig-
nando jefe de policía provisorio al teniente coronel Ramón González, jefe del Batallón 4 de Infantería.
La noticia llega a San Juan y la junta provisoria de gobierno acata inmediatamente lo resuelto por
el gobierno nacional y dispone que “queda el señor jefe militar de la intendencia. don Ramón A.
González, a cargo del gobierno provincial”.
El grupo revolucionario. A. Elizondo, E. Zapata, César Aguilar, Eugenio Flores,
Eusebio Dojorti, D. Varela, Rémulo Rodríguez, Juan de D. Bravo,
M. L. Sugasti,
Carlos D. Cánepa, Domingo Echegaray, Landeau Keller,
Manuel G. Quiroga, D.
Aubone, A. Jámeson de la Precilla.
Victorino Ortega