Revolución en la madrugada
San Juan se aprestaba para la vendimia.
Y ya comenzaba a sentirse el paso de los carros que transportaban la uva.
Las llantas de hierro de las dos ruedas marcaban la tierra de las calles y resonaban en el empe-
drado, en las arterias en las que este existía.
Tres mulares (uno varero y dos laderos) tiraban de cada carro.
Y a veces eran cinco, otras diez y
hasta veinte carros los que sumaban una caravana que llevaba la uva de las fincas hacia las bodegas.
Algunos carros se dirigían a la estación del Ferrocarril Gran Oeste Argentino (Mitre y España)
para descargar bordalesas con vino.
Los autos todavía no llegaban a aquel San Juan de 1907.
Por lo que el tránsito de vehículos se limitaba a una que otra “victoria”, los coches de alquiler que
con el nombre de “mateos” aun existen en algunas ciudades como simple atractivo turístico.
A las victorias se agregaban los sulkis particulares y los brek para cuatro o seis personas que pose-
ían algunas familias.
Aunque algún lechero disponía de su carretela, eran varios los verduleros, panaderos y vendedo-
res domiciliarios que empujaban a mano sus carritos.
El calor era realmente insoportable.
San Juan era poco más que un inmenso baldío salpicado por algunas construcciones, con una
pequeña zona urbana y grandes propiedades agrícolas que se extendían hasta pocas cuadras de la plaza
25 de Mayo.
La plaza era, como siempre lo fue, el epicentro de la vida ciudadana.
La catedral –la vieja— ocupaba el mismo lugar que hoy ocupa la nueva.
Y sobre la calle General Acha, estaba la Casa de Gobierno, terminada durante la gobernación de
Anacleto Gil e inaugurada en 1884, con un invitado de lujo: Domingo Faustino Sarmiento.
Esos dos eran los edificios más importantes de aquel San Juan.
A pesar del calor del verano, de la tierra que levantaba el viento, de la carencia de arbolado públi-
co, los hombres salían a la calle con saco y sombrero. Hasta los obreros usaban saco.
Las mujeres ocultaban sus piernas tras largas faldas y el infaltable abanico servía tanto para pro-
porcionarse un poco de aire como para espantar las moscas.
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
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Principales protagonistas
General Enrique Godoy
Tenía 57 años y se encontraba en Buenos Aires, donde cumplía fun-
ciones como senador el día de la revolución. Nacido en San Juan en 1850,
comenzó su carrera militar a los 18 años llegando al grado de general de
división. Fue electo gobernador de San Juan el 5 de enero de 1902, inte-
grando la fórmula Godoy – Juan Balaguer.
Hombre de gran prestigio, amigo personal del general Julio A. Roca,
con el que participó en la Campaña del desierto, en 1904, el presidente
Manuel Quintana lo designa ministro de Guerra de la Nación, por lo que
renuncia a la gobernación. Se desempeña en este cargo hasta el 12 de
marzo de 1906, día en que muere el presidente Quintana. Godoy es desig-
nado entonces diputado nacional y luego senador por San Juan, para com-
pletar el período del fallecido Domingo Morón (1906-1912). Era el hom-
bre fuerte de la provincia en ese momento y principal sostén del goberna-
dor Manuel Godoy.
Manuel José Godoy
Tenía 62 años don Manuel José Godoy cuando se produjo la revolución.
Hacía poco menos de dos años que estaba al frente de la provincia, pues
había asumido su cargo el 12 de mayo de 1905, acompañado por el inge-
niero Ramón Moyano como vicegobernador. Esta fórmula había triunfa-
do en las elecciones realizadas en el mes de enero, apoyado por una coa-
lición de los partidos más importantes en ese momento en la provincia: el
Constitucional, el Club Unión y el Democrático o gubernista.
Escribano público de profesión, se había desempeñado como ministro de
Gobierno, diputado y presidente del Banco Provincia antes de ser electo
primer mandatario.
Coronel Carlos Sarmiento
A los 45 años de edad -había nacido en San Juan el 11 de mayo de
1861-, Carlos Sarmiento había demostrado ser un hombre con gran voca-
ción de mando.
Quizás por eso, le apasionó la carrera militar, ingresando
en el Colegio en 1874, para egresar como subteniente en 1880. Perteneció
al arma de Artillería, comandando el Regimiento 3.
Según una anécdota que cuenta el historiador Horacio Videla —cuyo
padre fue ministro del depuesto Manuel Godoy— que no expresa ningu-
na simpatía respecto al coronel Sarmiento, este retó a duelo en 1894 al
interventor federal en la provincia de Buenos Aires, Lucio Vicente López,
al considerarse ofendido por un acto de gobierno. Aceptado el duelo,
López resultó mortalmente herido. Tras pasar a retiro en 1905, se radicó
en San Juan, donde fundó la Logia Carácter y el Partido Popular, del que
fue jefe natural, además de presidente.
Juan Carlos Bataller
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