revoluciones_y_crimenes_politicos_en_sanjuan - page 176-177

El proceso se inició como homicidio con premeditación y alevosía.
Y terminó siendo un
“suceso revolucionario”.
La violencia política y el crimen, no eran patrimonio de un solo partido.
Algunas cosas quedaron en claro:
Quisieron matar a Aldo Cantoni para que no asumiera.
Que el atentado fue por encargo.
Que los autores materiales fueron los señalados.
Que los dueños del Diario Nuevo,
Domingo Elizondo y Héctor Conte Grand,
miembros del
Partido Liberal, instigaron el crimen, según declararon los acusados.
Que Leandro Flores,
Gregorio Valdez, Blas Amarfil, Ramón Saravia y Eduardo Quiroga, pro-
porcionaron elementos para la fuga y participaron en la preparación del atentado.
La sentencia definitiva dictada por el juez del crimen Manuel Ignacio Castellanos, condenó a pri-
sión perpetua a los autores materiales.
Waldo Quiroga, considerado coautor, recibió la misma condena
mientras que Flores, Valdez, Amarfil, Saravia y Eduardo Quiroga fueron declarados cómplices y conde-
nados a 15 años de cárcel.
Pero la historia no terminó allí porque a fines de 1927 los autores materiales afirmaron que sus
primeras declaraciones fueron sacadas mediante torturas y que habían complicado falsamente a los
periodistas Conte Grand —se encontraba ese día en Buenos Aires— y Elizondo.
—Actuamos con el fin muy patriótico de conjurar por medio de la eliminación de un ciudadano,
la larga serie de crímenes y barbaridades que cometería bajo su gobierno por cuanto el ciudadano que
iba a asumir tales funciones no sería otra cosa que un ciego instrumento de su hermano Federico que
fue un verdadero azote para el pueblo de San Juan–
sostuvieron los acusados.
Quedó de alguna forma expuesta la posibilidad de que Elizondo y Conte Grand fuera ajenos al
hecho. Pudo ser así ya que Diario Nuevo era furibundo opositor a Cantoni y este es muy posible que haya
querido cargarles un crimen del que no participaron.
Pero igual que ocurrió cuando los bloquistas sancionaron una ley de amnistía para los autores del
asesinato de Jones, en 1929 fue el interventor Modestino Pizarro quien indultó a los instigadores y los
autores materiales del hecho sobre los que no habían dudas ya que habían declarado su culpabilidad.
Todo había sido producto de
“una reacción individual”
de buenos muchachos que
“habían sufri-
do cárceles y vejaciones durante los gobiernos cantonistas”.
Un año más tarde, el 21 de febrero de 1930, el juez que dictó la sentencia,
Manuel Ignacio
Castellano, era abogado del cantonismo y fue asesinado en su casa por elementos de Modestino...
La justicia sanjuanina siempre tuvo color político...
Modestino en acción
—Tenga cuidado, doctor, San Juan no es fácil y mucho menos los Cantoni.
La advertencia se la hizo a
Modestino Pizarro el ministro de Interior, poco antes que aquel
emprendiera el viaje a esta provincia.
Modestino acababa de ser designado interventor, nombrado por Hipólito Yrigoyen.
Corría el mes de diciembre de 1928 y en San Juan el calor era agobiante, no sólo por cuestiones
climáticas sino, también, porque la temperatura política iba en progresivo aumento.
Pizarro venía con su discurso preparado y acompañado por los doctores Néstor Aparicio y Miguel
L. Denovi. Descendió del tren en la estación de Mitre y España y pronto advirtió que el ministro se había
quedado corto en sus apreciaciones.
Santamaría murió en el acto.
Aldo y Belisario Albarracín descendieron rápidamente del auto y dispararon contra los ocupantes
del Dodge amarillo. Estos huyeron en la oscuridad de la noche.
—Fíjate como está Santamaría...
–ordenó Aldo.
—Creo que está muerto.
Aldo corrió el cuerpo y conduciendo el automóvil se dirigió rápidamente al hospital Rawson. Los
médicos sólo pudieron certificar la muerte.
—Hijos de puta... Las balas eran para mí. Creían que yo manejaba.
–dijo el futuro gobernador.
Pronto la noticia se conoció en todo San Juan.
Nadie durmió aquella noche. Cantoni denunció el asesinato en la policía.
—A estos los mandaron. Hay que averiguar si fueron los conservadores o los radicales.
Una multitud se había reunido junto al gobernador electo.
—Debemos hacer la denuncia ante el ministro del Interior, exigiéndole garantías–,
se opinó.
Minutos después salía el telegrama.
El interventor Broquen fue informado del hecho.
—Hay que evitar que esto termine en un motín.
Que la policía encuentre a los culpables–
fue la
orden.
Inmediatamente salieron varias patrullas policiales mientras la multitud estaba encolerizada.
La conducción bloquista, a todo esto, se reunía a puertas cerradas.
—Tenemos que encontrarlos antes que la policía. Es la única forma de hacer justicia.
A primera hora del día salió el grupo bloquista tras los ocupantes del Dodge amarillo.
Integraban la partida Mario y Héctor Valenzuela –excelentes tiradores—,
Wilfredo Kenny y dos
jóvenes.
El grupo de “justicieros” bloquistas viajaba a caballo. Tomaron para el lado de Zonda y al llegar
a los baños de salud encontraron el Dodge amarillo. Pero ni rastros de sus ocupantes.
—Este es el auto en el que anda Guillermo Morales—,
dijo uno de la partida.
Morales era afiliado al Partido liberal y más de una vez había realizado
“trabajos sucios”
para los
conservadores.
Siguieron tras las huellas de los asesinos y los encontraron al llegar a Calingasta. Allí estaba
Morales junto a su hijo Guillermo, de 16 años, Carlos Bossio –conocido matón- y un peón que era el que
les había facilitado las mulas para escapar.
Hay quienes aseguran que Morales estaba en ese momento defecando y no oyó llegar al grupo
cantonista. Su cuerpo quedó acribillado a balazos.
Fue el único muerto. Y desde Calingasta regresó la partida también a lomo de mula. Hay quienes
aseguran que el cuerpo de Morales lo debió cargar su hijo y que cuando el chico llegó a San Juan tenía
el pelo blanco del susto que pasó.
La dirigencia bloquista entregó el cuerpo de Morales y a los otros detenidos a la policía. No sólo
eso, le informó a los investigadores que Morales había sido el autor material del asesinato de Santamaría
y que en el hecho habían participado también Carlos Bossio, Justo Antonio Pereyra y Salvador Rosas.
Estos dos últimos fueron detenidos a los pocos días.
Según los diarios de la época,
Aldo Cantoni se presentó a la policía cuando llegó la partida de
Calingasta. Bossio quedó petrificado al verlo pues estaba convencido que lo habían matado.
La historia se repetiría una vez más
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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