no encontraron, tomaron sus datos personales y les pidieron que regresaran a San Juan.
—De ninguna manera, yo voy a Jáchal por una vía pública, ustedes no pueden impedírmelo—
dijo
Rosalía Plaza.
“Llegados a Jáchal se produjo otro incidente, esta vez entre el doctor Cantoni y el jefe de Policía
de apellido Carriego, que lo esperó con provocaciones e impertinencias no sabiendo qué explicación le
daban al viaje”
No habían pasado 24 horas que la extraña caravana
(el camión del Ejército y el auto de la seño-
ra de Cantoni)
estaba de regreso en San Juan”.
Dos fracciones de su propio partido, la Unión Cívica Radical, los
“zavallistas”
, que respondían a
Justo Pastor Zavalla, ex ministro de Amable Jones y los
“guerreristas”
, estaban dirimiendo sus dife-
rencias a los tiros, en la misma plazoleta de la estación.
Tuvieron que intervenir los regimientos 2,5 y 8 de Infantería que habían concurrido para prote-
gerlo de los bloquistas pues corría el rumor que la intervención sería resistida.
Pero Modestino no era un Jones, ajeno al mundo político. Representaba un estilo distinto, tam-
bién, al de los interventores antipersonalistas que mandó Yrigoyen, como el general Broquen en 1925.
Modestino venía a
“sanear el ambiente corrompido y sanguinario”.
A
“radicalizar San Juan”
a cualquier precio.
Acompañado por su comitiva y quienes lo habían ido a esperar,
Modestino recorrió caminando el
trecho que separa la estación de la Casa de Gobierno, ubicada frente a la plaza de Mayo.
Muchos salieron de sus casas para saludar al interventor, cuya figura regordeta sonreía y apreta-
ba la mano de quienes se le acercaban.
Modestino y sus acompañantes llegaron a la plaza 25 y allí estaba hablando Aldo Cantoni a sus
seguidores. Y siguió hablando, vociferando contra el presidente Yrigoyen y la intervención, como si no
hubiera llegado nadie a la provincia.
Al día siguiente, Pizarro acusó a los bloquistas del tiroteo y de querer dinamitar los puentes del
ferrocarril en el que llegó a San Juan. El primer detenido fue el depuesto gobernador,
Aldo Cantoni.
Luego le seguirían muchos otros dirigentes del partido de la alpargata.
Una de las primeras medidas de Modestino fue liberar a los autores del atentado del 30 de noviem-
bre de 1926, previo indulto firmado por él.
Las cosas ahora estaban
“en su lugar”
: la víctima, Aldo Cantoni, preso y los asesinos, libres. ¡Y
Modestino que afirmaba que venía a
“combatir el crimen político”!.
El extraño viaje a Jáchal
Este era el clima de aquellos años.
Y es en esos días que se produjo un extraño hecho, relatado por la esposa de Aldo, doña Rosalía
Plaza de Cantoni.
“Aldo Cantoni y sus ministros Carlos Valenzuela y Domingo Vignoli estaban detenidos hasta que
se concretaran las evidentes intenciones de eliminación personal.
Sin previo aviso hacen ascender a los tres procesados a un camión del Ejército, custodiados por
el teniente Jáuregui en lugar del teniente coronel Cuello que en principio debió compañarlo y que antes
de salir tuvo un incidente con el doctor Aldo Cantoni, por lo que se resolvió que otro oficial subiera al
camión con soldados del Ejército con rumbo desconocido.
Una llamada anónima al domicilio de Desamparados
(el actual Chalet Cantoni, donde vivían
Aldo y su familia)
daba a la esposa de este la noticia que en ese momento salía de la Central de Policía
un camión del Ejército en el que llevaban a Cantoni, Vignoli y Valenzuela, con rumbo desconocido.
Sin perder tiempo, la señora de Cantoni, acompañada por una hermana y su hijo Aldo Hermes
de seis años, alcanzó al camión y al llegar a la primera posta del camino, observó un raro movimiento
de soldados que apuntaban con armas hacia donde se encontraba su esposo, en el camión, acompaña-
do por sus ministros. Todos los soldados habían descendido.
Al ver llegar el auto, para ellos desconocido, se dispersó el grupo de soldados armados, ubica-
dos detrás de unos ranchos destruidos. Se acercaron a los recién llegados, los requisaron de armas, que
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Esta curiosa foto fue tomada en Jáchal y aparecen en ella, Aldo Cantoni, su esposa
Rosalina Plaza y su cuñada, Isolina, que se casó con Carlos R. Porto.