saba ruido, incendios y tenían algún poder destructivo.
Los revolucionarios se organizaron en cantones cuya acción respondía a un plan estratégico.
La Junta Revolucionaria, integrada por Sarmiento, Augusto Echegaray, Guillermo Yanzi Oro,
Eleodoro Sánchez, Juan R. Cambas, Saturnino de Oro, Ventura Lloveras, Remigio Ferrer Oro, Victorino
Ortega, Nilamón Balaguer, Estanislao Albarracín y Carlos Conforti, dispuso que el movimiento se pro-
duciría en la noche del 6 al 7 de febrero.
Se formaron los cantones:
Sarmiento guiaría el cantón que partiría del domicilio del doctor Carlos Conforti, ubicado en
calle Rivadavia frente a la Catedral y que se comunicaba por los fondos con la casa del coronel, cuyo
frente daba a la calle Laprida. El grupo tenía como objetivo tomar la Casa de Gobierno, ubicada en calle
General Acha frente a la Plaza 25 de Mayo y contaría con el apoyo de otro cantón conducido por
Francisco Aguilar.
Otros dos cantones, integrado por 15 hombres dada uno se reuniría en la casa de Ignacio
Sarmiento, en la calle 9 de Julio. Estaban al mando del comandante Juan R. Cambas y Domingo Cuello
y debían tomar la Central de Policía, ubicada en Tucumán y Santa Fe.
Sobre la guardia de cárcel –ubicada en calle Mitre y Tucumán, al lado de la iglesia de la
Merced- debían actuar dos cantones. Uno, al mando de Estanislao Albarracín partiría desde la farmacia
Fénix, situada en calle General Acha, frente al colegio Santa Rosa y otro, al mando de Nilamón
Balaguer, con miembros del Club de la Juventud.
Sobre la imprenta del diario oficialista la Ley debía actuar un cantón al
mando de Agenor
Benítez, que debía reunirse en el periódico opositor El Orden.
Desde la casa de Juan Radiff, en Córdoba y General Acha, saldría otro comando a cargo del
capitán uruguayo Estomba, que apoyaría a los grupos.
A las 12 en punto el coronel Sarmiento mandó a Benjamín Segundo de la Vega a recorrer los can-
No eran hombres de armas.
Había profesionales como los doctores Ventura Lloveras,
Domingo
Cortínez, Carlos Conforti,
Mario Videla, Victorino Ortega –que años más tarde sería gobernador- Javier
Garramuño y Augusto Echegaray. Había además gente de distintos sectores que militaban en el Partido
Popular, el Partido Independiente, el Club de la Juventud y el Club Libertad.
El coronel Sarmiento tenía buenos contactos en Buenos Aires y logró que
“un político muy
importante”
enviara a un grupo de milicianos uruguayos –en general jóvenes románticos dispuestos a
luchar donde se los convocara- al mando del capitán Juan Estomba. Lo integraban Eloy Pinazzo –quien
luego se quedaría a vivir en San Juan donde formó una familia-, Alberto Pereyra, José Crispino,
M.
Rodríguez Prado, Elbio López,
Wilson Arago y Aparicio Saravia. Llegaron varias semanas antes del
hecho y transmitieron sus experiencias.
Las armas habían llegado desde Buenos Aires y Chile. Contaban con 180 fusiles Winchester o
Mauser y 30 mil tiros, traídos en paquetes dentro de los camarotes del tren por la esposa de don Nilamón
Balaguer. Los rifles se fueron bajando en estaciones intermedias para luego llevarlos a la ciudad en
carros cubiertos con verdura.
Desde ahí se repartían a los revolucionarios por los medios más inverosí-
miles, como un ramo de flores.
Se habían preparado también rudimentarias bombas en frascos de 200 mm. A los que se les colo-
caba un poco de nitroglicerina unida a un fulminante y una mecha. Luego se rellenaba el frasco con para-
fina para impedir la entrada de aire y se recubría con algodón y tela para que no se rompiera al lanzar-
lo. Se encendía la mecha y se tiraba el frasco que, por no tener proyectiles más que un efecto letal cau-
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Junta de gobiernoprovisional
El marco político
Sólo un número muy limitado de personas tenía derecho al voto para elegir autorida-
des, cuando se produjeron los hechos que narramos.
Unicamente votaban quienes figuraban en el Registro Cívico Provincial y para ins-
cribirse allí había que ser hombre –las mujeres no votaban—, propietario, argentino de naci-
miento y “conocido” de la autoridad.
Si se analizan las nóminas de funcionarios de aquellos años se advierte que la
mayoría de los nombres se repiten en distintos cargos a través de diferentes gobiernos, lo
que demuestra que el poder político estaba concentrado en pocas manos.
Llegado al gobierno y presionado por el general Enrique Godoy, jefe indiscutido
del partido gobernante,
Manuel Godoy había roto el acuerdo, que lo llevó al poder, lo que
provocó una profunda escisión en el Partido Unión.
Acusado de nepotismo, criticado duramente a través de los diarios, Godoy está
gobernando sostenido sólo por el general Enrique Godoy y rodeado de un grupo de fami-
liares y amigos. Aunque estaba aislado políticamente, el mandatario quería imponer sus can-
didatos en las elecciones que debían realizarse para renovar la mitad de la Cámara de
Diputados y un tercio de la de Senadores.