revoluciones_y_crimenes_politicos_en_sanjuan - page 152-153

cía al que le quitaron el Remington y cien tiros.
Nilamón Balaguer había llegado a las 12 de la noche con dos hombres y sus cinco hijos.
Esperaban contar con cien efectivos y sólo estaban amigos de otros cantones. Poco antes de las 3 fue
descubierto el cantón y debieron huir por los fondos a la cochería de Luis Arévalo. Allí escucharon las
descargas de fusilería y comenzaron a marchar hacia la cárcel.
Llovía a cántaros y las ropas empapadas dificultaban los movimientos. Pero experimentaron una
sensación de alivio al encontrar en el camino la caballada del escuadrón de Seguridad de la policía sin
jinetes y huyendo.
Los integrantes del grupo se abrieron en abanico para reencontrarse en el atrio de la Merced y diri-
girse hacia la calle para tomar la guardia de cárcel. Pero se llevaron una gran sorpresa. El jefe de la cár-
cel había acordado con los revolucionarios entregarse sin ofrecer resistencia. En lugar de eso, los reci-
bió una cerrada descarga.
Al jefe lo habían descubierto y estaba encerrado en un calabozo de la Central de Policía
Quisieron volar la puerta de la cárcel con bombas pero... ¡con la lluvia se habían mojado las
mechas! Y no pudieron encenderlas.
Para colmo desde los techos de la Merced les disparaba.
Y también desde la cárcel y desde una
vivienda ubicada frente a la cárcel.
A todo esto, Sarmiento y sus seguidores no habían tenido problemas en tomar la Casa de Gobierno
tones, a los que debía pasar el santo y seña
-la palabra “libertad”-
quien regresó una hora mas tarde.
—Permiso, coronel. Aún falta que llegue gente a los cantones pues la policía está haciendo un
severo control.
—¿Cuál es la situación?
—El cantón de Agenor Benítez no se ha reunido por el arresto de su jefe y tampoco se ha podido
organizar el de Francisco E. Aguilar por detenciones que ha hecho la policía.
—¿Qué pasó?
—Los descubrieron repartiendo los distintivos.
Los distintivos eran boinas vascas de color rojo. Entre los detenidos del día anterior figuraba
también el médico Ventura Lloveras, hombre que en los años siguientes tendría destacada actuación en
el radicalismo.
—¿Qué ocurre con el cantón de Balaguer?
—No pudimos comunicarle el santo y seña porque la casa está rodeada de agentes de policía.
—¿Algo más?
—Sí señor, parece que se viene una tormenta bárbara...
A las 3 de la mañana debía estallar la revolución.
A esa hora en punto el comandante Cambas y Alberto Cuello, que contaban con 30 hombres
–quince cada uno— comenzó a marchar por la avenida 9 de Julio y dobló hacia el norte por General
Acha.
Al llegar a la calle Córdoba divisaron a un policía.
—¡Alto. Quién vive! –,
se escuchó en la noche.
La respuesta fue una cerrada descarga que se sintió en toda la ciudad. Hicieron prisionero al poli-
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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Junta revolucionaria. de derecha a izquierda: doctor Augusto Echegaray,
Guillermo Yanzi Oro, Eleodoro Sánchez, comandante Juan R. Cambas, Saturnino de
Oro, doctor Ventura Lloveras, Remijio Ferrer Oro, Nilamón Balaguer, Estanislao
Albarracín, doctor Carlos Conforti. También aparece el doctor Victorino Ortega.
El marco social
San Juan tenía al promediar la primera década del 900, unos 110 mil habitantes, de los
cuales casi el 85 por ciento vivía en la zona rural.
Eran años de gran inmigración. Según un censo provincial realizado en 1909, en la
provincia residían 7.949 extranjeros. La mayor colonia era la española, con 3.972 personas de
ese origen. Residían 1.145 italianos, 1.513 chilenos, 291 “turcos”(en realidad eran sirios y
libaneses en su mayoría), 260 franceses, 51 alemanes, 37 suizos, 33 uruguayos, 31 rusos (se
trataba de judíos de distintas nacionalidades, fundamentalmente rusos y polacos) y 22 austrí-
acos.
Aunque los principales empresarios eran inmigrantes más o menos recientes, la “alta”
sociedad de la época la constituían las familias de larga residencia,
muchas de ellas radicadas
en tiempos de la colonia. Era un sector social muy cerrado.
Las empresas más importantes de esa época eran el ferrocarril, en manos de la Buenos
Aires and Pacific Railway Company, de origen ingles, que en San Juan empleaba a 181 obre-
ros del riel, las bodegas Graffigna y Del Bono y Campodónico y la fábrica de pasas de José A.
Segovia, que era la más grande del país en su rubro. Entre los bancos que actuaban estaban el
Nación, el Español del Río de la Plata, el Popular, el Banco de la Provincia y el Banco del
Obrero y de ahorros.
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