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El interventor le da
la razón a la oposición
JONES
R
aymundo Salvat llegó a Buenos
Aires y se entrevistó con el
presidente de la Nación.
—Pienso que la solución al conflicto debe
pasar por cuatro puntos.
—¿Cuáles son?
—En primer lugar debemos declarar válido
el llamado a sesiones extraordinarias y
retirar a las fuerzas policiales del
edificio de la legislatura.
Yrigoyen se limitaba a escuchar.
—En segundo término, tenemos que anular
las designaciones de magistrados hechas por
el gobernador y reponer en sus cargos a los
anteriores jueces.
Salvat miró al presidente pero este
permanecía inmutable.
—El tercer punto consiste en anular las
elecciones municipales realizadas el 5 de
diciembre y convocar a nuevos comicios.
En medio de un absoluto silencio de
Yrigoyen, Salvat explicó el cuarto punto:
—Se debe declarar válido el juicio político,
hacer efectiva la suspensión del gobernador
y hacer entrega del Poder Ejecutivo a
su sustituto legal.
Salvat daba la razón en todo a
los legisladores.
—Si a usted le parece bien, doctor Salvat,
yo iría paso a paso.
—Estoy de acuerdo con usted. Así haremos.
Claro que los tiempos políticos nunca son
rápidos.
Y entre que Salvat llegó a Buenos Aires,
logró reunirse con el presidente, fundamentó
sus resoluciones y regresó a San Juan,
había pasado un mes.
E
l 31 de mayo, tras regresar a la
provincia, resolvió:
“Declárase válida la convocatoria
a sesiones extraordinarias hecha por el
vicepresidente del Senado para el 27 de
noviembre de 1.920”.
¿Qué significaba esto?
Entre otras cosas, que eran nulos los
nombramientos hechos por el Ejecutivo en
la Justicia y que debía reponerse a los
jueces expulsados.
Pero esto no era todo.
El 2 de junio, mediante otra resolución,
Salvat anuló las elecciones municipales.
Aquiles Damianovich estaba fuera de sí.
Pidió hablar con Jones.
—Se ha lucido este señor Salvat... —,
dijo
el fiscal.
Jones estaba apesadumbrado. Era la imagen
del hombre que sabe que en los momentos
más difíciles —en la muerte, en la derrota—
el ser humano siempre está solo.
—Gobernador, atrás de Salvat está la
mano del ministro del Interior.
Jones acomodó su monóculo.
—Ha sido el ministro Gómez el que ha mani-
festado o al menos dado a entender al inter-
ventor que el presidente está de acuerdo con
los sediciosos y quiere desautorizarlo a usted.
—¿Por qué lo dice?
—Cuando hace algunas semanas me entrevis-
té con Salvat en su residencia de la calle
Quintana para transmitirle sus saludos, leí en
sus ojos una deslumbradora iluminación
espiritual que hace de mis íntimas intuiciones
extrañas profecías realizadas.
Jones era psiquiatra y pensó que
Damiánovich deliraba.
—Cuando lo miré a los ojos
—seguía el fis-
cal—
leí su previo embanderamiento con el
bloquismo y además el tortuoso mal paso en
el que ya estaba entrando, percibiendo su
espíritu con toda conciencia que navegaba en
aguas vedadas pero dejando llevar su barca
insensiblemente por ellas por el demonio de la
tentación despertado por el Fausto ministerial,
insinuante y prometedor, con intercalados de
supuestas sugestiones presidenciales para
captarlo tíbiamente.
Jones no aguantó más:
—¿Por qué no me traduce lo que ha dicho,
Damianovich?
—Doctor, está claro. Salvat fue prevenido y
engañado por Gómez contra usted y tuvo la
deshonestidad moral e intelectual de seguirse
dejando engañar...
—¿Y por qué habría de hacer eso el ministro?
—Porque tiene compromisos con la
oposición, doctor
Jones se arrellanó en su sillón
y se sintió más
solo que nunca.
Fuente: Aquiles Damianovich
— El crimen y el poder — 1922.
Sobre estas líneas la presentación hecha al interventor Raymundo
Salvat por los legisladores. A la derecha, Federico Cantoni.