Premoniciones e
intentos de asesinato
E
l día había sido agotador para Jones.
Faltaba poco para que comenzara el
invierno y sentado en un sillón de su
domicilio particular, el gobernador dialogaba
con algunos de sus hombres más cercanos.
Estaban Honorio Guiñazú, quien había sido
designado jefe de Policía; Justo P. Zavalla,
que tras el alejamiento de Juan Barrera
Cordón se había hecho cargo del ministerio
de Gobierno y uno de sus colaboradores, José
Palermo Riviello.
—Doctor, yo creo que debemos tomar
recaudos porque las amenazas continúan...
—¿Le parece, doctor Zavalla?
—Hoy mismo llegó al ministerio un anóni-
mo que indicaba que usted debe dejar
inmediatamente San Juan o será asesinado
por traidor a la patria chica.
—Nunca falta un loco... –dijo el gobernador.
La voz de Honorio Guiñazú sonó fuera de
lugar ante el tema que se estaba tratando:
—Duerma tranquilo viejito, que nada ha
de pasarle mientras haya al frente de la
policía un águila como yo.
—Este Guiñazú, siempre tan inoportuno—,
pensó Zavalla.
En ese momento se oyó un fuerte ruido y
vidrios que saltaron cerca de donde conversa-
ban los hombres.
—Se cayó un cuadro –,
dijo Zavalla.
Era un cuadro con una caricatura del gober-
nador.
Todos los presentes advirtieron como se
ensombrecía el rostro de Jones que permane-
ció un rato sumido en profundas reflexiones.
Luego, muy bajo, se lo escuchó decir:
—No soy supersticioso pero este es un mal
presagio...
D
os días más tarde, el gobernador
advertía que se trataba de mucho
más que supersticiones.
—Doctor, es necesario que suspenda su
visita al parque...
Amable Jones miró a su ministro de
Gobierno Justo Zavalla y quiso argumentar
en sentido contrario.
—¿Qué pasa, ingeniero? Mi presencia está
prevista allí mañana.
—Doctor, he recibido información de que
está en marcha un complot para asesinarlo.
—¿Cómo...?
—Sí, al parecer han llegado elementos forá-
neos y tienen todo organizado...
—Pero... ¿qué pretenden?
—Piensan que su muerte debe ser el comien-
zo de la revolución.
—¿Y usted como ha obtenido esa informa-
ción?
—Tengo un informante.
—¿Lo sabe Guiñazú?
—No, quería antes hablar con usted.
—¿Y quienes están atrás de esto?
—La gente que responde al loco de Cantoni.
—¿Usted está seguro de lo que me dice?
—Mire, gobernador... confio en la fuente. Y
perdone que no le de el nombre porque el
muchacho este se está jugando la vida. Es
una persona muy allegada a los bloquistas.
—¿Habló directamente con usted?
—No, es empleado del Banco de la
Provincia e informa directamente al gerente
Colón Godoy...
A
mable Jones llevó su mano derecha
al mentón y mantuvo silencio por
algunos instantes.
—Está bien, Zavalla... no diga nada de la
suspensión de la visita pero mañana no
iremos al parque.
Las obras del Parque de Mayo que debía inaugurar Amable Jones. En su gestión se construyó el
lago, dos canchas de tenis ( donde ahora se encuentra el Lawn Tenis Club) y amplias calles inter-
nas. En ese lugar pensaban asesinarlo.
infección purulenta, la septicemia y la
muerte del enfermo.
Lo mismo digo tratándose de San Juan
irán veinte interventores y será inútil si no
le dicen al gobernador, al oído y un poco
fuerte si es sordo, que no hay gobernador
que hoy día pueda existir si no se somete
con todo respeto a la constitución que ha
jurado por Dios y por la Patria respetar”.
Mucho más concreto fue el diputado
Julio A. Costa:
“Siempre antes de las grandes crisis
nacionales, ha de haber una cuestión San
Juan.
Es previa a la tempestad, como el Zonda.
Yo estaba por apoyar el proyecto de mi
amigo el diputado Quiroga. Pero entre una
y otra concesión el proyecto salió con una
enfermedad que yo llamaría”bloquitis”
como la tuberculosis o alguna otra así, que
lo obligó a transigir con los otros dos pro-
yectos presentados por la comisión.
Respeto demasiado al pueblo y la provin-
cia de San Juan para entregarla inerme
con mi voto a la facultad extraordinaria,
pues en esas manos poco escrupulosas
había de mancharse su historia a veces
trágica pero siempre altiva y decente.
E
l señor Jones es el Yirgoyen de
San Juan, como el presidente es
el Jones de la república.
La intervención ha generado este mons-
truo;
que se entienda con él o se lo
coma.
Dejemos al señor Jones solo con su con-
ciencia, con el 15 de Infantería y con los
sanjuaninos.
Solamente me preocupa un tanto en esta
circunstancia
una pequeña lista maca-
bra, en la cual pondré, como manifesta-
ción de respeto, una cruz: Nazario
Benavídez, José Virasoro, Antonino
Aberastáin, Valentín Videla, Anacleto
Gil, Vicente Mallea, Agustín Gómez.
Yo creo que el gobernador actual de San
Juan
sabrá poner la barba en remojo,
para no ser afeitado. Y espero que los san-
juaninos sabrán ajustarle el chaleco sin
tragedia, porque no hay tragedia posible
con los gatos.
El absolutismo es flojo como el delito. Y
este ya va estando a punto para ser guisa-
do en su propia salsa, como los calamares
en su tinta.
Basta pues de locos. Concluyamos con
San Juan o empecemos por San Juan”.
El invierno estaba muy caliente en San
Juan y ya muchos hablaban de muerte.