la_cena_de_los_jueves2 - page 82

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Un protagonista no
previsto en esta historia
JONES
Don Juan
Meglioli en
una fotografía
tomada en su
casa poco
tiempo antes
del asesinato.
L
a casa estaba ubicada sobre la calle
San Martín, una cuadra al oeste de la
Plaza de Desamparados.
Era una casa grande y dejaba en evidencia el
poder económico de su propietario. Tenía
entrada para vehículos, sitio para los caballos.
Y un patio inmenso.
El patio era tan grande que allí se hacían las
kermeses que organizaba la parroquia.
El patio era el centro de la casa y comunicaba
con la bodega, los escritorios, las viñas y las
dependencias para el personal de servicio,
donde vivían el cochero, el cocinero y las
mucamas.
En la casa había dos habitaciones y baño, una
gran cocina y el comedor. Un solo comedor,
muy espacioso, con luz natural casi todo el
día y bien ventilado. Allí comían todos los
integrantes de la casa.
Una gran biblioteca con los clásicos de la lite-
ratura y diarios que su propietario recibía de
Italia, dominaba la sala.
En aquellos años los hombres trabajaban
en su casa o vivían en sus empresas.
La
relación entre trabajo, familia y poder econó-
mico era muy directa entre los inmigrantes
que vinieron dispuestos a hacer fortuna. Y
muchos de ellos lo estaban consiguiendo.
Lejos estaba el dueño de casa de suponer que
pronto los misterios de la vida lo pondrían en
una encrucijada fatal y que aquel mundo
construido con mucho trabajo se derrumbaría.
Pero no nos adelantemos a la historia y pre-
sentemos al protagonista.
Si, ya era
Don Juan Meglioli,
presidente del
Banco Italo Argentino y propietario de
Viñedos y Bodega Santa Filomena
Ya había sido intendente de Desamparados
por su partido, la Concentración Demócrata.
¡
Y pensar que vino de Italia sin más capital
que sus deseos de progresar!
Cuando llegó a San Juan comenzó a trabajar
en los tranvías de Igarzábal. Aquellos tranvías
tirados por caballos, que circulaban a lo largo
de la Avenida Libertador, hasta Punta de
Rieles y en el que los pasajeros podían optar
por dos boletos:
con peche o sin peche.
Los que pagaban menos, tenían que bajarse a
empujar, cuando el tranvía remontaba las
cuestas.
E
s cierto que además de su empuje
tuvo ayuda. Don Juan se casó con
una mujer de fortuna, Aurora
Recabarren.
Pronto creció económicamente.
—En la vida hacen falta tres cosas para
progresar: visión para los negocios, volun-
tad para trabajar sin desmayo y oportuni-
dades—,
solía decir.
Y tras su casamiento, Meglioli reunió las
tres.
Y su crecimiento fue imparable.
Pero no tuvo la misma suerte con su matri-
monio.
Con Aurora no tuvieron hijos y terminaron
separándose.
Ahora vivía con tres sobrinas, hijas de su
hermano Enrique, que vivía en Angaco Sud:
María (luego casada con Morchio) era la
mayor y le hacía de secretaria, Rosa y
Filomena (luego casada con Augusto
Pulenta), que tenía 13 años y era la regalona,
entre otras cosas porque llevaba el nombre
de su madre, Filomena Corti.
Aunque sufría de reumatismo y de vez en
cuando viajaba a las termas de Cacheuta
para buscar alivio en sus aguas, A los 54
años Meglioli estaba en la plenitud de su
vida.
Hasta tenía una nueva compañera, con la que
no convivía: Teresa de Martino, que vivía en
la Calle Larga, en Angaco
H
ombre muy sociable, gustaba de ir
a las compañías de teatro y a la
ópera, cuando llegaban a la sala
del Estornell.
Se lo veía entonces llegar al teatro, en su
carruaje, con cochero, tirado por caballos, o
conduciendo su automóvil.
Don Juan Meglioli iba a ser protagonista de
esta historia trágica que tendría por escenario
San Juan.
Pero aquel día de julio estaba
lejos de suponer lo que el destino le tenía
reservado.
Fuente: Información proporcionada al autor, lo mismo que la
fotografía, por Filomena Meglioli, viuda de don Augusto
Pulenta, quien era sobrina del empresario asesinado y junto
a dos de sus hermanas vivian en la casa de Desamparados.
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