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JONES
E
l 9 de julio Amable Jones había
jurado como gobernador.
Y tres hechos habían quedado gra-
bados en los sanjuaninos.
En primer lugar, la presencia de un goberna-
dor atípico, desconocido para el medio, que
no despertaba emociones y que usó para
jurar —por primera vez en la provincia—,
una banda como la que lucían los presidentes
de la Nación.
En segundo término, el descontento de los
distintos sectores del radicalismo pues ni
siquiera los había consultado para designar a
sus principales colaboradores.
En tercer término,
la silbatina con que se
despidió al interventor Manuel Fenelón
Escobar,
el hombre que vino de Buenos
Aires para “radicalizar” San Juan y que
regresaba con la misión cumplida
pero
dejando el partido más dividido que
nunca.
J
ones ocupó su despacho en la Casa de
Gobierno e inmediatamente comenzó
a redactar un decreto designando
comisionados municipales en los departa-
mentos.
—Esto va a molestar a los muchachos—,
le había advertido el ministro Barrera
Cordón.
—No se haga problemas. Lo importante es
que los municipios no permanezcan acéfa-
los.
—No se olvide que en los municipios des-
canza la maquinaria electoral y van a querer
controlarlos.
—No van a poder.
—Gobernador, recuerde que el Senado debe
aprobar las designaciones.
—Pero las cámaras están en receso...
—Faltan tres días para que se inicie el perío-
do de sesiones...
—Por eso vamos a designarlos hoy.
El 15 de julio se inauguró el período de
sesiones, con la presencia del gobernador.
—He decidido designar comisionados en la
justicia y los municipios para solucionar el
problema de acefalía en la que se encuen-
tran—,
esplicó el mandatario.
—Elevaré al Senado el decreto con las
designaciones para que le den el corres-
pondiente acuerdo.
La información dada por Jones a través de su
mensaje ante los legisladores despertó mur-
mullos en la sala.
—¿Cómo va a designar a los comisionados
La
designación
de los
comisionados
sin acuerdo previo?—,
era el comentario
general.
Pero el anuncio ya estaba hecho.
Jones estaba decidido a gobernar sin condi-
cionamientos.
Y esa decisión significaba para sus correli-
gionarios una declaración de guerra.
Los próximos meses iban a ser pródigos en
hechos y
aumentarían la tensión en la pro-
vincia hasta límites nunca vistos.
Como siempre ocurre ante
acontecimiento de todo tipo, cuando
asumió Amable Jones, la plaza
25 de Mayo fue el escenario. En
esta foto nocturna aparece al fondo
la Casa de Gobierno iluminada.
Este es uno de los votos
de las elecciones
de 1920. Aparece ya la
estrella de seis
puntas y el dibujo de
Leandro N. Alem.