Viernes 2 de septiembre de 2016
CON SÓLO 20 AÑOS FUE CONDENADO A CADENA
HISTORIA DEL MÁS TERRIBLE ASESINO
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El ángel de
la muerte
Pistola Ruby cali-
bre 32, el arma de
Robledo Puch.
¿Existe el mal? ¿Se
trata de un problema
neurológico?
¿Se nace malo?
El tema es centro de un debate que co-
menzó hace cientos de años.
Si alguien tuviera que exponer un ejem-
plo, seguramente hablaría de Carlos
Eduardo Robledo Puch, el Ángel negro
o el Ángel de la muerte.
Digamos a modo de presentación que
Carlos Eduardo Robledo Puch nació el
19 de enero de 1952, es un asesino
múltiple argentino, uno de los mayores
psicópatas y criminales de la historia
del país.
Apodado el Ángel Negro o el Ángel de
la Muerte por la prensa, con sólo 20
años fue condenado a cadena perpetua
por diez homicidios calificados, un ho-
micidio simple, una tentativa de homici-
dio, diecisiete robos, cómplice de una
violación y de una tentativa de viola-
ción, un abuso deshonesto, dos raptos
y dos hurtos.
Cumple prisión efectiva desde 1973 en
la cárcel de Sierra Chica.
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Sobre este múltiple asesino con cara
de niño bueno se han escrito toneladas
de papel. Así nos hemos enterado que
vivía en Borges 1956, Olivos, Vicente
López. Llegó al barrio con sus padres
cuando tendría diez años. Alquilaban
un departamento que se encontraba en
el primer piso de una herrería.
Su padre, del que hereda los dos apelli-
dos, es descendiente del general Mar-
tín Güemes. Es también un importante
técnico de la General Motors. Se lla-
maba Víctor, era moreno, algo pelado,
delgado y con sus ojos achinados.
Se
decía que no era el padre de Carlos
porque eran muy diferentes.
Carlos era igual a la madre. La madre,
Josefa Aída Habendak, es hija de ale-
manes, es ama de casa y tenía a su
hijo en verano siempre con pantalones
cortos blancos y remera rayada. El niño
andaba en una bicicleta de su padre,
de color negro y como le quedaba
grande, tenía que andar de costado por
el caño.
Los diarios y la web nos informan que
Carlos Robledo Puch era tímido como
su madre. Siempre estaba muy cuidado
por ella. El padre trabajaba todo el día.
Los sábados y domingos lo veía tomar
aperitivos con Roberto Caballero en el
almacén “El Vasquito” que estaba casa
por medio de su domicilio.
Compraban con la famosa libreta
negra, así que no era una persona con
gran poder adquisitivo. Tenían un auto
negro.
Carlos jugaba a las bolitas y a las figuri-
tas (esas redondas con personajes de
fútbol) o a la payana con los chicos del
barrio. Estudiaba piano, cosa que no le
gustaba.
Cuando comenzó la secundaria fue al
Colegio Cervantes, en Florida, Vicente
López.
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Robledo Puch, a quien en el colegio lla-
maban
“leche hervida”,
por su carác-
ter, o “el colorado”, era un rebelde. Un
violento. Era inteligente y buen lector,
pero tenía lo que, eufemísticamente, se
llama
“problemas familiares”.
Por
robar una moto lo mandaron un tiempo
a un correccional, la Escuela de Artes y
Oficios José Manuel Estrada, en Los
Hornos, cerca de La Plata. Sus padres
hicieron de todo para disciplinarlo, por
ejemplo, colocarlo en diversos colegios,
donde invariablemente era expulsado.
Carlos Eduardo se hizo de dos amigos
fieles con los que compartía la pasión
por las motos y los coches. Uno se lla-
maba Jorge Ibáñez, era un rosarino
dos años más chico pero con más ex-
periencia que Robledo Puch:
robaba
desde los diez años.
El otro era Héctor Somoza, más mo-
desto, hijo de un panadero de Villa
Adelina, vecino de los Robledo Puch.
Pero Ibáñez y Somoza no se llevaban
bien. Entonces, Carlos Eduardo debió
optar y se quedó con Ibáñez, alias
Queque.
Una impresionante
carrera delictiva
►
El día 15 de marzo de 1971, Robledo
Puch y su cómplice Ibáñez ingresaron
al boliche Enamor , ubicado en Espora
Tenía 20 años, era aparentemente un chico común, de
hermosos rasgos, perteneciente a una familia de clase
media. Pero está considerado uno de los psicópatas
asesinos más terribles de la Argentina. Fue condenado
por diez homicidios calificados, un homicidio simple, una
tentativa de homicidio, diecisiete robos, cómplice de una
violación y de una tentativa de violación, un abuso
deshonesto, dos raptos y dos hurtos.
