Viernes 2 de septiembre de 2016
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
Saber o no saber, esa es la cuestión
Vivimos en una época que re-
quiere de saberes, de conoci-
mientos, de idoneidad, de
especialización, ello como condi-
ción de desarrollo, de progreso, de
excelencia.
Al mismo tiempo vivimos en
una sociedad donde, en ciertos
temas, se pasa o se pretende
pasar,
sin escalas
, de la ignorancia
al conocimiento, del desconoci-
miento a la especialización, de es-
pectador a protagonista, de más o
menos formado en un aspecto pun-
tual de un tema a vocero autorizado
de toda la problemática.
Al mismo tiempo vivimos en
una sociedad donde se pre-
tende que la asignación de una
tarea traiga como consecuencia la
asignación de conocimientos referi-
dos a la materia competencia de
aquella.
El tema es que, cuando ello
ocurre, existe una carencia indi-
simulable de base, de conocimien-
tos, difícil, casi imposible de
disimular; luego, claro está, “las
ideas hacen agua” y concluyen, por
lo general, engrosando una larga
lista de fracasos que reconocen
una misma causa, la falta de pre-
paración.
Vivimos en una época donde el
principio rector debe ser:
“Pre-
pararse para la tarea”, “Conocer
para actuar”, “Estudiar previa-
mente”, “Prepararse con antici-
pación”
; ello otorga un intere-
sante margen de posibilidades de
éxito en la tarea a emprender.
Cuando esas condiciones no
se dan, cuando lo que se veri-
fica es lo contrario,
los que saben
se “mandan a silencio”, pues no
hay con qué debatir, qué razonar y,
los que no saben,
toman la ma-
nija del pseudo debate, todo es
cancha, se perfecciona el reino del
no saber, de la improvisación.
Ese panorama se presenta, con
demasiada frecuencia, en diver-
sos ámbitos de actuación y reco-
noce la capacidad de dificultar el
tránsito por el camino indicado.
Tal como dijimos en columna
similar a esta, esa carencia no
se disimula con el “copio y pego” al
que nos invita esa tremenda herra-
mienta que es Internet.
Bueno también es advertir que
no siempre al que se le enco-
mienda una tarea debe ser experto
en una materia, más bien lo nece-
sario, lo indispensable, es que se
anime, que tenga la capacidad de
rodearse, de conducir a los que
saben.
Siempre hemos sostenido:
“Mandar manda cualquiera”, el
tema es conducir (a los que
saben), ello constituye una virtud
que debe estimularse.
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8
COLUMNISTAS
algo de alguien
Arriba la mano
P
asando por uno de esos ne-
gocios que venden de todo
un poco, que, entre otras
cosas que quieren mimetizar con
algunas legítimas, venden antigüe-
dades recién hechas, vi algo que
me llamó la atención. Entre todas
las chafalonías y trastos alcancé a
ver algo que me pareció que si lo
limpiaba bien podría verse lindo en
la pared, en mi casa. Era algo que
sugería, simbolizaba o represen-
taba una manito, chiquita, de
bronce sucio. Como si fuera una
palma simétrica, es decir, con un
dedo central más largo, a sus lados
otros dos iguales más bajos y al
lado de estos otros dos más pe-
queños que podemos suponer pul-
gar y meñique.
Pregunté qué era y me dijo el cuasi
gitano vendedor que era la mano
de la suerte, que la llevara, que me
traería suerte. La compré como un
adorno, prescindiendo de los co-
mentarios.
Después de limpiarla y ver que
lucía linda, pensé en colgarla pero
no sabía si debía ir con los dedos
para abajo o apuntar al más allá.
Como nadie me supo decir más,
debí buscar y así supe algunas
cosas. Que se llama Jaima y es
un símbolo en forma de mano que
se utiliza tradicionalmente en el
mundo árabe como talismán para
protegerse de la desgracia en ge-
neral y el mal de ojos en particular.
Tanto musulmanes como judíos es-
tablecen un vínculo entre el signifi-
cado del símbolo y sus propias
creencias.
Lo cierto es que es ajeno a ambas
religiones, estando en uso docu-
mentado desde la antigüedad... Al-
gunos la llaman la mano de
Fátima, hija de Mahoma y los ju-
díos la llaman la mano de Miriam.
Aunque es anterior a ambas reli-
giones. También es bien mirada
por los cristianos. Es decir que no
es de nadie pero vincula a las tres
religiones. Además, corresponde
ubicarla en la puerta de la casa
para evitar la entrada de lo malo y
protege lo bueno (felicidad, armo-
nía, etc.) que hay adentro.
Como se ve es un tema entrete-
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
nido, lleno de ambigüedades, que
cada cual atribuye o disfraza como
mejor convenga. Es una prueba
más de que las creencias tienen
más de lo pensamos de mezcla cir-
cunstancial. Cada creencia lo toma
como símbolo de ella y vemos que
se trata de lo mismo. Que cam-
biando el nombre, el color o el
verso, cada uno lo interpreta como
quiere, pero siempre se trata de lo
mismo. Además, lo que se dice
propio, se ve que es heredado de
otros. Es decir que es bastante ce-
rrado pensar que cada creencia es
dueña de la verdad y que sus sím-
bolos son los verdaderos. Que su
Dios es el mejor y todos los otros
los otros son descartables, etc.,
etc. Menos aún se justifica discutir,
pelear, o hasta matar por lo que
uno cree que es la única verdad.
Cada cual tenga sus creencias, las
que sean y respete las ajenas, las
que sean. Se supone que si cada
quien cree en la suya es la verda-
dera, al final todas coincidirán en
un algo/alguien único al que se lle-
gará por los diferentes caminos.
La mano es un ejemplo de coinci-
dencia y de convivencia posible,
sin que nadie deje de creer lo que
quiera, y en paz.
Eso para allá arriba, pero aquí,
abajo, todavía no sé si se cuelga
para arriba o para abajo.