El Nuevo Diario - page 21

Viernes 2 de septiembre de 2016
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blica- fue su matrimonio, en 219 –
cuando tenía 15 años-, con
Julia Cor-
nelia Paula
, de la que se divorció al
cabo de unos meses porque le desa-
gradaba su aspecto y a la que, en su
boda, asemejó a una diosa junto a él
mismo.
Su siguiente esposa fue
Julia Aqui-
lia Severa
. Heliogábalo tenía 16 años
cuando se casaron en el 220. Ella era
una sacerdotisa de Vesta (Vestal) y por
tanto estaba bajo la consigna de la abs-
tinencia y la virginidad. Cuentan que en
aquella boda sacrificó 51 tigres para
festejar la unión... Esto provocó un
gran rechazo entre los romanos incluso
entre las relajadas clases altas, pues
una Vestal era símbolo del hogar y del
matriarcado, sagrados para el pueblo
romano. Además, Julia Aquilia fue for-
zada al matrimonio. Mientras para He-
liogábalo fue irresistible una boda entre
él, sacerdote de Baal y una sacerdo-
tisa, para la mayoría de los romanos,
fue visto como un sacrilegio.
Pronto llegó un nuevo divorcio y se
casó de nuevo, esta vez con
Annia
Faustina,
bisnieta de Marco Aurelio,
pero este matrimonio fue más breve
aún y tras divorciarse volvió a casarse
con Aquilia Severa.
lll
Entre tanto, el proceso de orientaliza-
ción del imperio se fue afianzando
mientras Heliogábalo daba cada vez
mayores muestras de perversiones se-
xuales, realizando multitudinarias or-
gías en palacio, mientras su gente de
confianza alcanzaba las más altas
Pretorio a un bailarín que había ac-
tuado en Roma como actor, nombró
prefecto de la guardia al auriga Cordio
y prefecto de los víveres al barbero
Claudio. Ordenó recaudar los impues-
tos de herencias a un mulatero, a un
corredor, a un cocinero y a un cerra-
jero.
Se dice que fue el primero de los roma-
nos que usó vestidos confeccionados
totalmente en seda, llamando mendi-
gos a los que usaban por segunda vez
una vestimenta que hubieran lavado.
Jamás emprendió un viaje con menos
de sesenta carruajes. Disponía de ca-
rros cubiertos de piedras preciosas y
oro y despreciaba los que estaban he-
chos de plata, marfil o bronce
lll
Hierocles, conductor de carros (auriga),
fue su pareja más conocida, al que in-
cluso le nombró su marido en 221. De-
cidió que iba a ser emperatriz, y que su
marido heredaría su poder. Así, pa-
gando una fortuna a un médico que
aceptó llevar a cabo su deseo, se con-
virtió en el primer transexual operado
quirúrgicamente de la historia.
Fue su suicidio político. Nunca sabre-
mos cómo se llevó a cabo con exacti-
tud la operación, ni si salió bien
-historiadores de la medicina afirman
que es posible que sí fuera satisfacto-
ria-, pero sí que esa fue la culminación
de todo.
Roma, definitivamente, no aprobaba su
suntuosa manera de vivir, ni compartía
su sentido del humor.
lll
En el año 222 la abuela de Heliogá-
balo, Julia Maesa, verdadera reina en
la sombra, comprendió que no era el
más apropiado para perpetuar la dinas-
tía.
Ya se había ganado la hostilidad del
Senado, del pueblo y de los pretoria-
nos.
Ante ello, le obligó a adoptar a su primo
Alejandro Severo y a nombrarlo César,
convenciéndole que así tendría más
tiempo para adorar al dios Sol. Heliogá-
balo aceptó en un principio pero pronto
se planteó asesinar a su primo.
Ante ello, su propia guardia pretoriana
nombró emperador a Alejando y el 6 de
marzo de 222 lo asesinó obedeciendo
órdenes de su abuela.
Ahogado en excrementos en una le-
trina del palacio junto a su madre, Julia
Soemias, sus cuerpos fueron arrastra-
dos por las calles de Roma y arrojados
al Tíber con un peso atado al cuello
para que no tuviera sepultura.
Dicen que ese día hubo festejos en
Roma.
El excéntrico emperador acababa de
cumplir 17 años.
cotas de corrupción.
Según narra
Elio Lampridio
en la
His-
toria Augusta
, los excesos de Heliogá-
balo no tuvieron fin. De comportamiento
transexual, buscaba emisarios por toda
Roma que le procurasen hombres bien
dotados y
“representaba en la corte la
leyenda de Paris, haciendo él mismo el
papel de Venus, de tal manera que,
inesperadamente, dejaba caer sus ves-
tidos hasta los pies y se ponía des-
nudo, de rodillas, con una mano en
pecho y otra en los genitales, echando
hacia atrás sus nalgas y presentándo-
selas a su amante. Depilaba todo su
cuerpo y configuraba además su rostro
con la misma figura que a Venus, pues
se consideraba capaz de satisfacer la
pasión de muchísimas persona”.
lll
En Roma nadie se atrevía a rechazar
una invitación para cenar con el empe-
rador.
Lo mejor que se podía esperar era una
velada de lo más desagradable; lo peor
una muerte particularmente indigna.
Porque el joven emperador dedicó su
corto reinado a gastar pesadísimas bro-
mas a algunos de sus infortunados súb-
ditos.
Una de sus diversiones predilectas era
invitar a cenar a los hombres más gor-
dos de Roma. Se les sentaba en almo-
hadones llenos de aire que eran
pinchados de improviso por unos escla-
vos, derribando al suelo a los obesos
comensales. A otros invitados se les
servía comida artificial elaborada con
cristal, mármol y marfil. La etiqueta exi-
gía que la comieran.
Cuando se servía auténtica comida, los
invitados debían estar preparados para
encontrar arañas en la gelatina o excre-
mento de león en la repostería.
Quien comía demasiado y se quedaba
adormilado podía despertar en una ha-
bitación llena de leones, leopardos y
osos. Si sobrevivía a la impresión
pronto descubría que los animales es-
taban domesticados.
Heliogábalo era muy aficionado a los
animales, y con frecuencia su carroza
era tirada por perros, ciervos, leones o
tigres. Pero existían las mismas proba-
bilidades de verlo llegar a una ceremo-
nia oficial en una carreta tirada por
mujeres desnudas.
Realizó sacrificios de toros en honor a
Ceres y otras divinidades que se reali-
zaban sobre una plataforma con orifi-
cios, bajo la que recibía la sangre de la
víctima ofrendada.
Practicó también los ritos de Salambo,
que incluían el acto de castración en
conexión con distintos cultos orientales.
Construyó unos baños públicos en la
mansión imperial y, al mismo tiempo,
abrió al pueblo los de Plauciano, para
poder así descubrir las cualidades de
los hombres mejor dotados sexual-
mente.
Puso un particular empeño en que bus-
caran a los
“onobelos”
-que en griego
significa
“de pene de asno”-,
por los
lugares más escondidos de toda la ciu-
dad y entre los marineros. Durante su
gobierno, encumbró al poder a Aurelio
Zotico, un atleta de Esmirna llevado a
Roma por orden suya, con quien se
casó.
Llamó para ocupar la prefectura del
Ahogado en
excrementos en una
letrina del palacio
junto a su madre, Julia
Soemias, sus cuerpos
fueron arrastrados por
las calles de Roma y
arrojados al Tíber
con un peso atado al
cuello para que no
tuviera sepultura.
Pagando una fortuna a un
médico que aceptó llevar a
cabo su deseo, Heliogábalo se
convirtió en el primer transex-
ual operado quirúrgicamente
de la historia.
El cuadro del pintor holandés Lawrence Alma-Tadema es de 1888, y representa una cena en la
que el emperador Heliogábalo decidió lanzar por sorpresa pétalos de rosas y violetas a sus in-
vitados, en cantidad tan desmesurada, que algunos de los comensales murieron asfixiados.
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