“Cuentan que iba un beduino por
el desierto y pasó al lado de una
tienda donde se oían ruidos y
voces. Metió la cabeza y se en-
contró con tres hermanos que se
peleaban.
—¿Qué os pasa?—,
les pre-
guntó.
—Pues que se ha muerto nuestro
padre y nos ha dejado 11 came-
llos, y ha dicho: la mitad para el
mayor, la cuarta parte para el se-
gundo y la sexta parte para el más
pequeño... y no matéis ningún ca-
mello. Y, claro, 11 no es divisible
por dos, ni por cuatro, ni por
seis....
—¡Oh!, no os preocupéis—,
con-
testó el beduino. —Os regalo mi
camello...
—¡No!—, le dijeron los hermanos;
—un beduino sin camello es hom-
bre muerto—.
El beduino insistió: ahora tenían
12 camellos;
el mayor se llevó
seis, el segundo, tres, y el ter-
cero, dos. Total 11 camellos. So-
braba uno, y el beduino se lo
volvió a llevar.
¿Quién es ese beduino, en nues-
tras sociedades avanzadas?
El
Estado
, que se encarga de repar-
tir camellos a los que los necesi-
tan: un subsidio al parado, una
pensión al jubilado, unos servicios
médicos a las familias... Con con-
diciones, claro.
Una:
el número de
camellos es limitado; no se pue-
den atender todas las demandas
de los ciudadanos.
Otra:
el regalo del camello fun-
ciona en las dos direcciones: el
beduino lo da a los hermanos,
pero estos deben devolverlo
luego; es un regalo transitorio,
condicionado a la solución de un
problema, y exige a los ciudada-
nos la generosidad de devolver lo
que recibieron, en forma de im-
puestos y cotizaciones sociales, lo
que exige una actitud de solidari-
dad y generosidad.
s s s
El chascarrillo del beduino me
sirve para explicar lo que hace
el Estado del bienes-
tar en nuestras socieda-
des.
Hay varias teorías sobre
esto.
Una es la que dice que el
Estado del bienestar es un
robo, hay que suprimirlo. Me pa-
rece que es una visión demasiado
parcial. Como el cuento del be-
duino pone de manifiesto, hay si-
tuaciones que una persona, una
familia o una empresa aislada no
pueden resolver.
Yo puedo pagar
la aspirina para quitarme el
dolor de cabeza, pero no puedo
hacer frente al coste de un tras-
plante de corazón o al gasto
que para la familia representa
durante años un enfermo de
Alzhéimer.
Y esto tampoco lo
puede cubrir un seguro privado. El
Estado del bienestar es, pues,
como una macro aseguradora
para riesgos excepcionales, y
esto lo puede hacer mejor que
cada familia por su cuenta, salvo,
quizá, las más ricas.
Pero la intervención del Es-
tado tiene también efectos
negativos.
Es fácil acostum-
brarse a que nos regalen came-
llos:
el Estado del bienestar
puede desincentivar el esfuerzo
privado y acostumbrarnos a vivir
del cuento; esto es, en el fondo, lo
que temen los que dicen que la
seguridad social es un robo.
Aquí aparece otra teoría
sobre el Estado del bienes-
tar: hay un equilibrio difícil entre
eficiencia y equidad; más equidad
acaba perjudicando la eficiencia, y
entonces hay que recortar las
prestaciones o aumentar las con-
tribuciones, lo que reduce la equi-
dad... y volvemos a
empezar.
s s s
De hecho, esto es lo que vemos
en la historia de la seguridad so-
cial a lo largo del tiempo:
episo-
dios en los cuales aumentan las
prestaciones
(más servicios gra-
tuitos o subvencionados para más
ciudadanos, siempre en mejores
condiciones),
seguidos de crisis
que afectan a la financiación
(el
Estado del bienestar está siendo
demasiado caro)
y a la eficiencia
(es incompatible con el creci-
miento económico necesario para
mantener en marcha la seguridad
social).
Pedimos demasiados
camellos al beduino, y no se los
devolvemos para que pueda se-
guir cumpliendo su misión.
s s s
Las soluciones extremas no fun-
cionan. Nuestra sociedad tiene
que hacer una reflexión profunda
sobre el sentido del Estado del
bienestar, porque, efectivamente,
su evolución es insostenible,
sobre todo si tenemos en cuenta
que nos esperan muchos años de
población envejecida, es decir, de
necesidades multiplicadas, frente
a una mano de obra ocupada infe-
rior, que no podrá generar los re-
cursos necesarios. El beduino se
va a quedar sin camello.
Y la solución
no está en con-
tinuar alternando periodos de
generosidad con otros de aus-
teridad
, que solo nos llevarán al
conflicto económico, social y polí-
tico. Nuestra sociedad tiene que
definir mejor qué debe cubrir la
Seguridad Social (aspirinas o
trasplantes), en qué condiciones
y cómo se financiará (quién pro-
porcionará los camellos). No es-
tamos ante un robo, pero
tampoco ante un derecho incon-
dicional.
Hay que hacer bien las
cuentas y, sobre todo, hay que
entender qué significa que de-
bemos ser solidarios en una
sociedad como la nuestra.
s s s
Podremos llamarle “estado de
bienestar” o populismo. Pode-
mos hablar de España o la Ar-
gentina. Lo importante es que
el artículo plantea una cues-
tión que ni el oficialismo ni la
oposición se atreven a plan-
tear.
11
Viernes 2 de septiembre de 2016
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Juan Carlos Bataller
Juan Carlos Bataller @JuanCBataller
Juan Carlos Bataller
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COLUMNISTAS
Los camellos y el Estado
Hace un tiempo leí un artículo en el diario El Periódico de
Cataluña que quiero compartir con ustedes. Lo escribió
Leonard Beard y se titula “Repensar el Estado de
bienestar”. El artículo tiene algo que ver con la
Argentina. Léalo. Que cada uno saque
sus conclusiones.