El Nuevo Diario - page 17

En noviembre de 2013 pidió que
revean la sentencia o que lo
ejecuten con una inyección letal, a
pesar de que la pena de muerte no
puede ser aplicada en Argentina.
El pedido no prosperó.
Viernes 2 de septiembre de 2016
17
s
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PERPETUA. HACE 44 AÑOS QUE ESTÁ PRESO. LA INCREÍBLE
3285, Olivos, llevándose 350.000
pesos de la época.
Antes de huir, Ro-
bledo Puch asesinó al dueño y al se-
reno del establecimiento con una
pistola Ruby calibre 32 mientras dor-
mían.
El 9 de mayo de 1971, a las cuatro
de la mañana, Robledo Puch e Ibáñez
ingresaron a un negocio de repuestos
de automóviles Mercedes—Benz en Vi-
cente López. Al entrar en una de las
habitaciones, encontraron a una pareja
y a su hijo recién nacido.
Robledo
Puch asesinó al hombre de un dis-
paro e hirió a la mujer de la misma
forma. Ibáñez intentó violar a la
mujer herida —quien sobrevivió y
posteriormente testificó en el jui-
cio—. Antes de huir con 400.000
pesos, Robledo Puch disparó a la
cuna donde lloraba un bebé de
pocos meses, quien sin embargo
quedó con vida.
El siguiente 24 de mayo asesinaron
al sereno de un supermercado en Oli-
vos con una Pistola Ruby calibre.32
El 13 de junio de 1971 Jorge Ibáñez
entró en un garaje del barrio de Consti-
tución, en la Capital Federal. Eran las
once de la noche. Sin pronunciar pala-
bra, mató de un tiro en la cabeza al cui-
dador. Ibáñez eligió, de entre los
coches que dormían en el garaje, un
Ford Fairlane y se retiró tranquila-
mente, dirigiéndose hacia el norte de la
ciudad. Pasó a buscar a su amigo y co-
menzaron a deambular por Olivos. En
la Avenida del Libertador al 3800, Ibá-
ñez vio una mujer joven que salía de un
boliche.
—Traela —,
ordenó a su compañero.
Robledo cumplió la orden. Ibáñez le
cedió el volante a Robledo Puch, que a
toda velocidad comenzó a circular por
la Avenida del Libertador. En el asiento
trasero, Ibáñez violó a la muchacha. La
dejaron bajar en la ruta Panamericana
.
Pero mientras ella se alejaba, Ro-
bledo Puch la acribilló con cinco
tiros en la espalda.
lll
Carlos Robledo Puch y Jorge Ibáñez
formaban lo que se llama una “pareja
delincuente”. Ibáñez era la cabeza pen-
sante y Robledo Puch, el ejecutor. Ibá-
ñez mandaba y Robledo Puch
obedecía.
Pocas noches después de matar a la
adolescente, se toparon con otra mu-
chacha que salía de Katoa, en Vicente
López, donde el novio trabajaba de ca-
marero. Quisieron subirla al coche. La
muchacha se resistió tenazmente a la
violación e Ibañez desistió. La arrojaron
del coche semidesnuda y cuando ella
corría al borde de la Panamericana,
Robledo Puch la mató a tiros.
El 5 de agosto, Robledo Puch e Ibá-
ñez recorrían la avenida Cabildo en un
Di Tella que era del padre de Carlos.
Robledo Puch tuvo un descuido y se
estrellaron contra otro coche.
Ibáñez,
que viajaba en el asiento del acom-
pañante, murió en el acto.
Robledo
Puch incurrió en una conducta habitual
en él: la frialdad absoluta ante la
muerte. Le sacó la cédula a Ibáñez, se
bajó del coche y se retiró a pie.
Algunos dudaron, luego, de que Ibáñez
hubiera muerto en un tonto accidente.
El fin del muchacho pudo haber sido
otro. ¿Un ajuste de cuentas? ¿Había
una tercera persona en el coche?
lll
Lo cierto es que la muerte de Ibáñez
marcó una pausa en la carrera criminal
de Robledo Puch: dejó de matar y re-
tomó sus estudios. Su madre le regaló
un Dodge GTX cupé, con llantas depor-
tivas. Costó 3.041.000 pesos. Lo com-
praron en una concesionaria de
Martínez. Tiempo después, cuando le
preguntaron al “ángel rubio”, ya preso,
cuál había sido el momento más feliz
de su vida, no vaciló:
—El día en que mi madre me compró
el coche.
En realidad, el Dodge Polara se lo com-
pró su madre con dinero que Carlos
Eduardo le daba. ¿Cómo hacía un mu-
chacho para tener esa plata?
—Es que soy un gran mecánico y
arreglo motos, mamá—,
decía él. Le
creyeron. Algunos de los robos no pro-
dujeron botín alguno, porque los sere-
nos asaltados no custodiaban dinero,
pero el del supermercado Tanti, por
ejemplo, los compensó: de allí se lleva-
ron cinco millones.
Un nuevo cómplice
Con la muerte de Ibáñez hubo un re-
ceso en la actividad delictiva de Ro-
bledo Puch, la cual retomó en
noviembre de 1971 junto con su nuevo
cómplice, Héctor Somoza.
Robledo Puch se volcó hacia su
amigo Somoza, con el que comenzó a
salir cada noche. El 13 de noviembre
rompieron la vidriera de una armería y
se llevaron un revólver Astra Cádiz cali-
bre 32.
El 15 de noviembre asaltaron un su-
permercado El Rincón en Boulogne,
acribillando al sereno con una pis-
tola Astra de calibre 32 que obtuvie-
ron pocos días antes en el robo a
una armería. Pero ese día no se lle-
varon dinero: la caja estaba vacía.
Al día siguiente, Robledo Puch es-
trelló el Dodge Polara contra un árbol
en Figueroa Alcorta y Dorrego. Enton-
ces, durante un tiempo,
los asesinos
se desplazaban en colectivo.
Dos días después de este hecho, el
17 de noviembre, irrumpieron en una
concesionaria de autos y
asesinaron
al cuidador.
El 25 de noviembre entraron en la
concesionaria Puchmartí, de Martínez,
en la que su madre le había comprado
el Dodge. Se filtraron por el techo, redu-
jeron al sereno y le sacaron las llaves.
Robledo Puch lo mató de un tiro en la
nuca. Se llevaron un millón. Se fueron
en taxi y al día siguiente compraron un
Fiat 600 gris. Querían prepararlo para
competición.
Le duró unos pocos días.
Robledo Puch manejaba como un
loco y al Fitito lo arrolló un colectivo.
Lo vendieron como chatarra.
El día que
lo detuvieron
Después, vino el final. Fue el 1° de fe-
brero de 1972. Salieron a “recorrer”.
Robledo Puch vestía una campera de
“Asesinan serenos para robar empresas”, ti-
tuló Clarín el 4 de febrero de 1972. Manuel
Acevedo fue su última víctima. Era sereno de
una ferretería.
El día que lo detuvieron. Febrero de 1972. Con 20 años
ya había asesinado a 11 personas.
1960. Segundo grado del Colegio Alsina de Vicente López. Destacado se aprecia las grandes
orejas del alumno Carlos Robledo Puch. Desde entonces de le decían “leche hervida”.
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