El Nuevo Diario - page 5

Laprida era cabeza visible de un movi-
miento localista cuya bandera de lucha
era lograr una provincia sin procónsules
porteños ni dependencia de Córdoba.
Finalmente, Sarassa fue desalojado del
poder y huyó a Mendoza. Se producía
así la primera revolución, algo que sería
una constante en la historia sanjuanina.
En Tucumán
¿Por qué presidió Laprida el Congreso
de Tucumán?
Cuando el Triunvirato envió una circular
a los Cabildos provinciales para que eli-
gieran un representante para el Con-
greso que se reuniría en Tucumán, San
Juan, impulsado por el general San Mar-
tín y el gobernador José Ignacio de la
Roza, se movilizó en apoyo a la asam-
blea. El 13 de junio de 1815 eligió dipu-
tado a Fray Justo Santa María de Oro,
prior vitalicio de la Recoleta Dominica de
Santiago de Chile, residente en esos
tiempos en San Juan,
Tres meses más tarde, los sanjuaninos
advirtieron que por su población –la pro-
vincia tenía en aquellos días 22 mil habi-
tantes- le correspondía un segundo
diputado y es así como el 12 de setiem-
bre se elige a Laprida quién impugnó su
propia elección por no haberse convo-
cado a los cuarteles de la campaña, lo
que no prosperó en virtud de la urgencia
por enviar los delegados.
El Fraile Justo fue el primero en llegar a
Tucumán y Laprida, uno de los últimos.
El Congreso se inauguró el 24 de marzo
de 1916 y cumplió una labor vasta. Casi
por unanimidad eligió a Juan Martín de
Pueyrredón director supremo de las Pro-
vincias Unidas, aprobó un reglamento
de trabajo y fue ámbito de discusiones
que no vienen al caso en esta nota.
Así se llegó al día 9 de julio en el que un
sanjuanino estaba al frente de las deli-
beraciones
en virtud que la presiden-
cia era rotativa.
Y fue Laprida quien
tuvo el alto honor de preguntar a los
asambleístas
: “¡Queréis que las pro-
vincias de la unión sean una nación
libre e independiente de los reyes de
España y su metrópoli?”.
Tras la res-
puesta afirmativa se labró el
“Acta de la
Emancipación”.
Oro y Laprida no vieron el final del Con-
greso, disuelto después de la batalla de
Cepeda (1 de febrero de 1820) pues a
comienzos de 1817 regresaron a San
Juan.
Y después… ¿qué?
Con el Congreso de Tucumán pareciera
que termina la vida pública de Laprida.
Si esto fuera así todo se sintetizaría a
una participación como congresal por
ser uno de los pocos hombres ilustrados
que tenía en esa época la provincia, la
presidencia del Congreso por una cues-
tión de oportunidad, ya que esta era ro-
tativa, y el fin de una vida.
Para los sanjuaninos
Laprida pasó a
ser un nombre, una plaza, una calle,
una estatua.
No obstante que le tocó en suerte presi-
dir el Congreso, siempre se privilegió la
actuación de Fray Justo, quizás porque
este contaba con la perseverancia infor-
mativa de la Iglesia y sus historiadores.
Una prueba de esta afirmación la consti-
tuyen precisamente las estatuas de los
próceres.
La primera iniciativa de erigir estatuas
que perpetuaran la memoria de los hom-
bres ilustres de San Juan fue de Do-
mingo Faustino Sarmiento. En su última
visita a la provincia, en 1884, desde los
balcones de la Casa de Gobierno pidió
que se honrara con estatuas a los hom-
bres que representaron a la provincia en
Tucumán.
Según Horacio Videla, fue Sarmiento
quién pidió que frente a la vieja Catedral
se alzara el monumento al primer
obispo, Fray Justo Santa María de Oro.
También cuenta la historia que señaló
su deseo de que su estatua estuviera en
la plaza, mirando hacia la Casa de Go-
bierno.
El 12 de julio de 1888 se dieron los pri-
meros pasos para erigir los monumen-
tos a los congresales de Tucumán.
Durante la administración de Federico
Moreno se designó una “Comisión de
estatuas” encargada de realizar suscrip-
ciones populares.
La primera que se alzó fue la de Fray
Justo Santa María de Oro, mientras que
la del congresal Laprida tuvo que espe-
rar algunos años.
La del fraile fue inaugurada el 9 de julio
de 1897. Es obra del escultor Lucio Co-
rrea Morales. Un joven postulante domi-
nico, Gonzalo Costa, posó como
modelo. Este joven sería luego fraile.
A esta estatua siguieron luego las de
Salvador María del Carril, cuya primera
ubicación fue en la plazoleta de la Esta-
ción, un lugar de privilegio por el movi-
miento de gente que concentraba. Sin
embargo, años después fue trasladada
al Parque de Mayo para, finalmente,
quedar instalada en la Plaza de Desam-
parados. Es obra de un escultor italiano,
Camilo Romairone, y fue inaugurada el
25 de mayo de 1899.
Le siguió la de Domingo Faustino Sar-
miento, obra de Victor de Pol, inaugu-
rada el 17 de noviembre de 1901.
La de Laprida, de acuerdo a la “comi-
sión de estatuas” se debió construir
junto con la de Fray Justo pero debieron
pasar algunos años antes que se cum-
pliera con la ley.
Es obra de Correa Morales –el mismo
autor de la de fray Justo-
y se inauguró
el 24 de septiembre de 1904.
Otros cargos
Al regresar a San Juan se encontró La-
prida con la realidad de una provincia
Viernes 2 de septiembre de 2016
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La estatua del doctor Francisco Narciso de Laprida cayó de su pedestal por la violencia del te-
rremoto del 15 de enero de 1944. Cuando se la volvió a poner en pié, en un primer momento
se la orientó hacia calle Laprida. Posteriormente se la ubicó mirando hacia lo que es hoy la
avenida Libertador General San Martín. (Foto publicada en el libro "Y aquí nos quedamos", edi-
ción dirigida por Juan Carlos Bataller)
La foto muestra la casa donde nació Laprida. Estaba ubicada en calle General Acha, entre La-
prida y Avenida Libertador San Martín, vereda este. Esta casa fue heredada por la familia
Conte Grand - Jofré, que la refaccionó conservando las formas. Esta fue afectada por el terre-
moto de 1944 y tuvo que ser destruida. (Foto publicada en el libro "El San Juan que Ud. no co-
noció", de Juan Carlos Bataller)
s
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Laprida fue
presidente del
Congreso de
Tucumán por una
cuestión de
oportunidad. La
presidencia era
rotativa y ese día le
tocó presidirla al
congresal por San
Juan.
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