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Miradas
dejado de cantar la Manuelita. Dijo Tere.
-¿Por qué?
-Porque dice: “Con su traje de malaquita” ¡Y la malaquita es una pie-
dra semipreciosa!
-También un mineral de cobre. Subrayó Mirta.
Tenía un hermoso jardín. Ese sábado en el vivero estaba la hija del
gerente de la empresa minera que la vio comprar bolsas de fosfato y
úrea. Trató de disimular pero San Juan es chico y todos nos conocemos.
En su casa de Villa Tacú, tenía albañiles haciendo unos arreglos. Iba
a tirar una pared y ampliar el living.
-Señora Tere, necesitamos diez bolsas de cemento, 5 de cal, 1 metro
de ripio y otro tanto de arena.
Enmudeció y pensó cómo haría. Se puso un sombrero y unos lentes.
Antes había llamado a varias ferreterías pero ninguna le aceptó la com-
pra telefónica.
-Buen día, quiero… (Sin repetir y sin soplar dijo de corrido lo encar-
gado por el albañil)
-¡Tere! ¡Cómo le va! Un periodista la reconoció y se acercaba para sa-
ludarla.
Se excusó diciendo que estaba muy resfriada. Dio el domicilio, pagó
y se fue raudamente.
La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino
por las que creen que nos hacen el bien.
Mientras se bañaba preparándose para lo que iba a ser la mega ca-
minata contra la mega minería, pensaba en lo bien que se sintió cuando
la aplaudieron al decir esas palabras en la reunión eco.
Se colocó la bata, se secó y estaba por ponerse Veritas, su talco de
toda la vida, cuando la alarma de seguridad se accionó.
-¡¡¡Talco!!! Como si en sus manos tuviera un líquido envenenado, cia-
nuro en polvo tal vez, lo alejó de sí y pidió perdón por los años de trai-
ción a la causa.
-Señora Tere, nosotros ya terminamos, le había dicho el albañil.
Ahora tiene que llamar a los pintores.
-¡¡¡Pintura!!!
Carbonato de calcio, aglutinantes minerales, aditivos. Tragó saliva y
usando el mismo recurso-disfraz de la ferretería, se fue a la pinturería.