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Alejandra Araya
Matilde no se hacía mucho problema. También aplicaba su metodo-
logía: aprovechaba esas ausencias para ir a la peluquería, salir a andar
en bicicleta y juntarse con sus amigas. Por lo que nunca se supo si Lito
escapaba cuando ella se metamorfoseaba, o ella se matamorfoseaba para
que su marido escapara.
Un día Matilde se encontró con su nuera Sandra en el Shoping. Al
verla con bolsas le preguntó:
-¿Qué te compraste?
-Botas, hay unos modelos re lindos.
-¡Con la cantidad de zapatos que tenés! ¡Qué gusto de malgastar la
plata!
Sandra no la visitó por un largo tiempo. Es que Matilde era Matilde.
Para los sobrinos, amigos y vecinos, Lito era un ídolo. Pero cuando
querían aplicar su técnica, las esposas, novias y amantes los sorprendían
con las manos atadas adentro de baúles cerrados con candado. Sólo Lito
podía hacerlo. Es que la técnica de Houdini sanjuanino correspondía a
otro paradigma de matrimonio.
-¡Qué estúpido! ¡¿Hiciste la cola en el Rapipago y te habías olvidado
de las boletas?! ¡Hay que ser boludo!
Entonces, el gran Lito Houdini se iba a pasear al perro y volvía a la
tardecita. De regreso, se hacía un sánguche de mortadela y se tomaba
una cerveza.
-Viejo, había milanesas del mediodía.
-No me gustan. Te salieron duras.
Matilde y Lito andaban sospechando que les festejarían las Bodas de
Oro sorpresa. Y así fue. En la gran celebración estaban los amigos de la
juventud, parientes que hacía años no veían, nietos, hermanos, nueras
que priorizando el corazón, habían dejado de lado las iniquidades. Todo
el catering era de primera, la música y animación con detalles especia-
les.
Matilde probó el plato principal: lomo al champignon y le dijo a Lito:
-Viejo, está crudo.
Lito Houdini hizo su gran número de magia. La miró tiernamente a
los ojos y expresó:
-Matilde, sos milagrosa.