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De pronto apareció en el horizonte el negocio de los Cyber. En pocos
meses se instalaron más de cien con el agregado de variantes como jue-
gos tradicionales, confiterías, etc...
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Fíjese lo que pasó con los kioscos 24 horas, alentados por el negocio
que significan los jóvenes que compran alcohol de noche. Ya no queda
barrio sin kioscos y en algunas cuadras hasta se superponen dos o tres.
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De pronto alguien pensó que las peluquerías eran buen negocio. Se
inundó todo San Juan de peluquerías; para hombres, para mujeres,
unisex... Algunos peluqueros tuvieron la osadía de hacerse cargo de
cabezas con sólo un par de meses de “aprender” el oficio frecuentando
un salón. El resultado: ya hay “peluqueros” que cortan el pelo por
cinco pesos.
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Alguien puso una vez un aviso en el diario ofreciendo sexo. Bastó que
ese alguien se animara a publicar para que los medios locales tuvieran
una oferta mayor que los de provincias mucho más grandes, como Men-
doza o Tucumán.
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Fíjese lo que pasa en la agricultura. Si este año vale la cebolla, al año
siguiente producimos tanta cebolla... que deja de ser negocio.
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Podríamos hablar de lo que en su momento pasó con el padel, o con
el futbol 5, o con las parrilladas, o con los parripollos o con los vende-
dores ambulantes de choripanes y panchitos o con la fabricación de he-
lados. Pero, como ejemplos, son suficientes
Aceptemos que la provincia tiene emprendedores. Entonces
…¿por qué
hay tantos nichos de mercado sin ocupar u ocupados por empresas de
servicio de Mendoza?
La razón es muy sencilla: un gran sector de nuestros emprendedores
son
huérfanos que funcionan por imitación.
Y ante esa orfandad, no tienen otra que pensar en el negocio fácil; en el
corto plazo, en “ideas salvadoras” que no coinciden con el interés gene-
ral de la provincia.
Pero además, más que emprendedores, una palabra que encierra toda
Juan Carlos Bataller