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El idioma común, el amor por la patria, saber leer y escribir, eran los ob-
jetivos de la educación.
El mundo de nuestros padres ya fue distinto.
Aparecieron las industrias y los servicios.
Para aspirar a un empleo había que tener la primaria completa y en lo
posible también la secundaria.
Lógicamente, surgieron las tensiones.
Palabras nuevas como sindicatos, huelgas, derechos laborales, trabajo
especializado, vacaciones, leyes sociales, se incorporaron al diccionario.
Y había mucho por hacer, aparecieron cientos de servicios que transfor-
maron aquella familia rural en habitante de las ciudades.
La generación de los que ya pasamos los 60 fue testigo de grandes cam-
bios.
Por darle un ejemplo: recibimos un mundo en blanco y negro y lo esta-
mos entregando con imágenes multicolores, en tres dimensiones y trans-
mitidas a cualquier lugar del planeta en tiempo real.
Los cambios fueron tan drásticos que los niños de hoy no alcanzan a
comprender que la vida es una sucesión de descubrimientos. ¿Cómo ex-
plicarles que sus padres tuvieron una niñez sin teléfonos celulares, com-
putadora o Internet?
Escuche:
●
Desde los tiempos de la antigua Grecia, la población mundial se ha
incrementado poco más de 55 veces.
●
En ese mismo lapso, la información disponible aumentó cerca de 100
millones de veces.
●
En otras palabras: a esta altura de la civilización, el conocimiento uni-
versal se duplica aproximadamente cada 5 años.
Estamos, pues, ante nuevos retos tanto para el pensamiento como para
su ejercicio. Cada año se develan cientos de misterios: el genoma hu-
mano, la inteligencia artificial, la arqueología satelital, la exploración del
universo, la realidad virtual, las telecomunicaciones, las redes informá-
ticas, la clonación, el ciberespacio, la diversidad cultural, la globaliza-
ción, el nuevo consumismo, la nanotecnología, entre muchos otros
emblemas y paradigmas del mundo que hoy vivimos.
Juan Carlos Bataller