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San Juan
2035
Era una inmensa satisfacción para aquellas madres, “gringas”¨en su ma-
yoría, llegar los días de fiesta a la escuela con una bandeja de masas pre-
paradas en casa.
Como también era un honor que la maestra las visitara y hasta aceptara
comer un día con ellos.
Aunque muchos no sabían leer, les “miraban los cuadernos” a los chicos
y se interesaban por saber cómo había sido el día de clases. Y estaban
pendientes del informe semanal de la maestra sobre la evolución de los
niños.
Tan importante era la educación que cuando llegaban visitas, los papás
pedían a los chicos que les mostraran los cuadernos...
Eran otros tiempos, claro.
Aquellas maestras significaban mucho en los pueblos.
La escuela representaba a esta nueva Nación Argentina, con sus símbo-
los e himnos; hacía realidad el idioma compartido; simbolizaba el deseo
de progreso; daba fe de la existencia de un proyecto nacional común.
Es increíble pero mi padre hasta el día de su muerte, recordaba el nom-
bre de quienes fueron sus maestros; sabía sobre sus vidas, los llevaba
en la memoria, con el sentimiento de agradecimiento a quienes influye-
ron en nuestras vidas mucho más que con la transferencia de conoci-
mientos.
Y bien. Dejemos atrás el pasado y volvamos a nuestros días.
O mejor, pensemos qué San Juan queremos para 2035.
¿Cuál es el principal problema que deberemos enfrentar los sanjuaninos
en los próximos años?
No me caben dudas
: la educación.
Pero entendámonos bien. No hablamos de la educación formal. El pro-
blema no pasa por aprender a sumar y multiplicar con solvencia, nom-
brar sin equivocarnos los ríos de la Mesopotamia o leer de corrido.
La educación que necesitamos se basa en una enseñanza que no sea una
mera transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas,
sino que se acompañe de un ideal de vida y de un proyecto de socie-
dad.
Este concepto fue comprendido hace más de un siglo cuando la escuela
fue el gran motor de la integración de millones de inmigrantes. Esa es-