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se le ocurren a este tipo.
Nada que ver. Son simplemente experiencias que en mi ya larga vida
de periodista me ha tocado ver, leer o escuchar. Pero que, transmitidas
a dirigentes sectoriales o ciudadanos comunes, encienden luces de
alarma. Veamos algunas:
TRABAJADORES SIN MAMELUCOS
A fines de 1980 estalla en Turín lo que se conoció como
la batalla de los
“coletti Bianchi”.
Fue en los portones de la fábrica de la Fiat, donde los
piquetes de las tres centrales obreras –la comunista, la socialista y la de-
mócrata cristiana, además de los metalmecánicos- impedían que los
obreros entraran a trabajar.
De pronto los “colletti Bianchi” (los trabajadores de cuello blanco) co-
menzaron a desfilar, desafiando los piquetes.
Al principio fueron un centenar. Poco después ya se contaban por miles.
La marcha comprendía a empleados administrativos, técnicos, ingenie-
ros, personal superior
. No hubo forma de impedirles entrar a la in-
mensa fábrica.
Para los diarios italianos fue la primera expresión clara de un mundo
nuevo que asomaba en el gremialismo.
A raíz de ese hecho el diario para el que trabajaba me ordenó viajar a
Turín. Allí entrevisté a varios de los protagonistas. Esto me dijeron:
-Que algo quede claro. No fue una expresión de apoyo a la empresa.
Fue una advertencia a la dirigencia sindical de que existen centenares
de miles de trabajadores que no formamos parte de una línea de mon-
taje, que no usamos mameluco como uniforme. Pero que somos tan
trabajadores como ellos, tan proletarios como el que más. Pero tam-
bién tenemos intereses diferentes y no nos sentimos representados
por un gremialismo igualitario.
Ya en aquel tiempo trabajaban en la Fiat miles de trabajadores en estas
condiciones. Había empresas, como la Ansaldo que realizaba obras en
todo el mundo y tenía un plantel de 800 empleados entre técnicos e in-
genieros.
-¿Y ustedes qué pretenden?-,
pregunté
-Entendemos que ya no sirve un gremialismo que se limite a pedir con-
Juan Carlos Bataller