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JONES
H
onorio Guiñazú había enardecido a
la oposición con sus actos.
Pero a mediados de 1.921 se trans-
formó en centro de todas las polémicas, al
publicar un libro titulado
“Dr. A. Jones, un
hombre, un pensamiento y un gobernante”.
En realidad era un conjunto de alabanzas sin
medida a la figura del mandatario.
Pero también contenía una durísima crítica a
la sociedad sanjuanina.
Sostenía Guiñazú que San Juan era
“una ciu-
dad vetusta por la que había pasado una pro-
cesión humana de más de un siglo y en la
que se dejó a través del viejo caserón, el
esfuerzo de muchas generaciones. Lo dramá-
tico de San Juan es que es una provincia
poderosamente rica. Sus tierras cultivadas
son fecundas productoras incomparables. La
riqueza está en todas partes pero falta la
inteligencia que la mueva y el capital que la
levante. Así, los millones de pesos que han
ingresado no han transformado una provin-
cia que duerme su desengaño entre los gran-
des apóstoles del despilfarro y los viles
explotadores de sus presupuestos. Sus diri-
gentes no han hecho más que insultarse. Los
hombres han formado los círculos del ultraje.
Se comentan unos a otros sus errores y no
piensan que el problema moderno de la vida
consiste en educar los caracteres para los
esfuerzos inminentes. Mientras los criollos
pasaban por el arco denigrante del chisme y
se detenían en las desgraciadas combinacio-
nes de una política absurda, atrevida e inso-
lente, los extranjeros como Graffigna,
Meglioli, Campodónico y tantos otros, desfi-
laban bajo el arco triunfal de sus grandes
victorias conseguidas con el trabajo”
Y agregaba:
“San Juan necesita de los grandes movimien-
tos de la civilización. Y la civilización no se
hace con el odio ni con la amenaza del puñal.
Los pueblos son como los hombres, nacen,
crecen y mueren. Pero los pueblos no llegan
a la grandeza de su desarrollo si no cuentan
con la energía poderosa de sus hijos. Los
pueblos que siguen una rutina primitiva no
llegan a morir. Se detienen como agua estan-
cada, para dejar crecer uno que otro nenufar
que muere en el fango. En esta provincia no
se ha hecho nada, absolutamente nada. Un
grupo de personas sólo ha realizado su
explotación. Se han buscado todos los medios
para llegar a ese fin.....
Y seguía Honorio Guiñazú:
“En esta provincia,
los mediocres tienen
envidia de la capacidad.
Cualquier persona
que llega a San Juan que no sea de la estre-
chez del círculo provincial... la difaman. Le
hacen el proceso de su moralidad, sea o no
conocida. La inventan.
Son tan estrechos que no quieren que los
argentinos educados en una cultura superior,
contribuyan con su capacidad al ennobleci-
miento de los intereses morales de la inteli-
gencia. Prefieren extranjeros alquilados. Con
razón Sarmiento dividía en dos zonas la
escuela política... ¡civilización o barbarie!
Claro está.
En estos pueblos anda el puñal
bajo el poncho...
Estos pueblos requieren un
Jones, que haga por lo que otros no han
hecho. Y por eso el odio, la desobediencia, el
levantamiento y la rebelión de la legislatura y
la justicia.
El gobierno no se hace con exterioridades
ridículas. Se levanta con honradez. Gobernar
es saber engrandecer un pueblo. Es darle
libertades, derechos, justicia, adelantos, ins-
trucción pública, caminos, puentes, ferroca-
rriles, higiene., salubridad, cárceles, policía,
engrandecimiento moral y material. La
Legislatura no hizo otra cosa que negarle
todo, para que no hiciera nada.
También le daba duro a los jueces:
“Es necesario que se sepa que la “justicia”
destituida y barrida de un plumazo por un
gran hombre, era la injusticia y la complota-
ción para obtener ventajas de los desgracia-
dos que tienen que buscar amparos en la ley.
Esos funcionarios judiciales constituían un
gran peligro social. Sostenerlos equivalía a
mantener un sistema de justicia negativo,
inconveniente y poco honesto. Y cómo será de
exacto lo que sostengo que todo el mundo
sabe a qué personas se les ha despojado de
su fortuna y a qué infelices se les ha puesto
en cárcel por ser honrados. Jueces que sen-
tenciaban sin control, que vivían en la ruleta
y que eran ratificados en sus procederes por
los ministros. Jueces en la Justicia del
Crimen que amparaban a cualquier bandido
que hace alarde del cuchillo. Jueces civiles y
comerciales que dejaban los expedientes de
trámite durmiendo en los estantes de los juz-
Un libro que enardeció
aún más los espíritus
“En esta provincia, los
mediocres tienen envidia
de la capacidad.
Cualquier persona que
llega a San Juan que no
sea de la estrechez del
círculo provincial... la
difaman. Le hacen el
proceso de su moralidad,
sea o no conocida.
La inventan”