Porto era por historia y por personalidad, el hombre más importante del bloquismo.
¿Qué había pasado?
¿Cómo era posible que el hombre que asumió la responsabilidad total en los hechos que culmi-
naron con el asesinato de Jones, el que compartió la cárcel, el que fue el
ministro de Gobierno en el
primer mandato de Federico, el que padeció junto al líder que el Senado de la Nación les rechazara sus
diplomas en dos oportunidades, ahora estaba distanciado?
El planteo era político, sin duda.
Pero tenía raíces más cercanas a lo humano.
Unos aseguraban:
—Porto quería ser el candidato a gobernador en el 32. Creía que había hecho merecimientos sufi-
cientes. Ya Federico y Aldo se habían sentado en el sillón de Sarmiento y ahora era su turno.
Pero, aunque estaba casado con la hermana de Rosalina Plaza, la esposa de Aldo, Porto no era
un Cantoni. Y el poder total sólo podía caer en alguien de la misma sangre.
Otros en cambio sostenían que todo se debió a cuestiones económicas personales.
Los preparativos para la revolución habían comenzado tiempo antes.
Un problema a solucionar
era el de las armas.
No sólo había que conseguirlas sino tenerlas en los propios hogares, lo que no era
fácil.
Cantoni contaba con la mejor red de informaciones que podía existir enclavada en los propios
hogares conservadores. La integraban las sirvientas. En todas las casas de familias de cierta opulencia,
trabajaba una sirvienta.
Muchas veces lo hacían por la comida y el sitio donde dormir, porque la crisis
era grande. Y las sirvientas eran cantonistas.
En la casa de don Juan Maurín, ubicada en la esquina de Santa Fe y Sarmiento, las armas se
escondieron en el interior del piano.
En el domicilio del médico Carlos Basualdo y su esposa Toncha Videla, estaban en un gran cajón
cerrado con candado.
—No vayas a abrir este cajón porque hay arados adentro –
se le dijo a la empleada.
El encargado de fabricar las bombas que se utilizarían el día de la revolución era Alberto
Graffigna, que era químico. Nadie hubiera imaginado que el sótano del Chalet Graffigna se había trans-
formado en una fábrica bélica.
Federico subió al automóvil, acompañado por su secretario privado Gaecía Córdova,
mientras el
jefe de Policía, León Tourres y algunos custodias subieron a otro coche.
El gobernador estaba preocupado por la aparición de un grupo de rebeldes en el seno de su partido.
Nunca nadie se había atrevido a enfrentarlo.
Unos por lealtad o admiración.
Y otros por temor.
Pocas veces debe haber existido un caudillo al que se le obedeciera tan ciegamente.
Pero esta vez el que estaba resentido era el ingeniero Carlos Porto.
Y después de los Cantoni,
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan
Juan Carlos Bataller
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El marco político
La revolución del año 34 estuvo motivada por intereses exclusivamente locales. El can-
tonismo significó en San Juan un gran cambio en lo social. Este cambio, lógicamente, afectó
poderosos intereses.
Los bodegueros, los grandes viñateros y profesionales como los médicos, se vieron pro-
fundamente afectados por la política impositiva de los gobiernos cantonistas.
Los obreros, en cambio, fueron favorecidos por una serie de beneficios sociales.
Quedó así la sociedad dividida en dos sectores irreconciliables. Porque esas diferencias no
sólo se manifestaban en lo económico y lo social. Tenían su correlato en la visión de la sociedad.
Era el enfrentamiento entre
"la chusma de la alpargata"
y el Club Social, entre los sectores
ilustrados tradicionalmente dominantes y ese nuevo sector hijo de inmigrantes o proveniente de
humildes hogares que desde no hacía mucho podía decidir en el cuarto oscuro quién gobernaría.
Cantoni tenía la fuerza del voto. En ese campo era invencible. La oposición representaba
la vida económica de San Juan. Cantoni era un torbellino que quería transformar la provincia rá-
pidamente.
modificando el aparato productivo y las condiciones de vida. Enfrente tenía a quienes
debían pagar con sus propios bolsillos esa transformación.
La división era ya una cuestión de piel. Y el escenario se caracterizaba por la violencia, las
persecuciones, la animadversión manifiesta por ambas partes.
En medio de la gran crísis de los años 30 y de divisiones internas que comienzan a mani-
festarse en el bloquismo, la oposición se propone terminar con el cantonismo y eliminar a su eter-
no adversario.
Federico Cantoni fue herido en la cabeza.
La foto lo muestra en el hospital junto a su hermano Elio Cantoni.