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cursos complacientes respecto de conformaciones históricas de poder;
discursos que tienden a redefinir los conceptos con los que pensamos
la realidad de manera acomodaticia o atados a intereses de diversos
tipos.
Hay debilidades profundas del pensamiento contemporáneo, sobre las
que convendría reflexionar.
En nuestras sociedades hay cada vez mayor información disponible
sobre los temas de interés público, lo cual debería ir de la mano con una
creciente mayor capacidad analítica de los ciudadanos para entender la
realidad.
Sin embargo, enfrentamos también fenómenos que entorpecen una
mayor información y capacidad de examen de los ciudadanos.
●
Uno es la simplificación en que a menudo incurren los medios al di-
fundir asuntos de interés público de una manera que parece más preo-
cupada de incrementar las audiencias o complacer al poder que los
sostiene que de ilustrar verdaderamente al público.
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Otro es la tecnificación de la discusión de los asuntos públicos, la que
tiene lugar en pequeños grupos estratégicos que carecen muchas veces
de representatividad y no rinden cuentas a nadie.
●
Finalmente, la discusión pública también se empobrece como resul-
tado de la renuncia al uso del razonamiento por grupos o sectores que
prefieren posiciones apriorísticas, o que adoptan posiciones nihilistas.
En la práctica, ellos se suman a quienes siempre desconfiaron de la
razón. Entre estos un ejemplo contundente son los que reducen todo a
una frase:
que se vayan todos
. Una de las estupideces más grandes que
haya salido alguna vez de una boca humana.
Resistir los reduccionismos del entendimiento es una tarea necesaria
porque ellos, bajo el pretexto de facilitar la administración de la realidad,
lo que hacen es empobrecer nuestra visión de ella. Bajo el pretexto de la
prudencia, los reduccionismos nos inmovilizan.
Tengamos en claro un concepto: hablar del futuro es hablar del presente.
Es desprenderse de prejuicios y compromisos.
Y esto vale tanto para el universitario como para el empresario, el pro-
Juan Carlos Bataller