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JONES
estímulos del conductor.
Federico ahora estaba en la cárcel y la
persecución en la provincia a partir
del asesinato de Amable Jones, había
sido muy dura.
Muchos jóvenes bloquistas seguidores
de Federico habían vuelto a la reali-
dad.
La llama revolucionaria se había apa-
gado ante las realidades cotidianas:
una celda oscura, una familia desam-
parada, un poder que parecía inmenso
y que sabía oprimir sin miramientos.
Tan inmenso era el poder como para
tener preso al líder carismático a pesar
de que este invocara sus fueros parla-
mentarios.
F
altaba una personalidad de
recia envergadura, que
suplantara a Federico en aque-
llos días.
Pero había dos problemas.
Estas personalidades no surgen
espontáneamente.
Y, además, difícilmente un caudillo
deje surgir a alguien que tarde o tem-
prano será su enemigo.
Con Aldo, las cosas eran distintas.
Era médico, como su hermano.
Y llevaba el apellido Cantoni. Era su
propia sangre.
La simple presencia de Aldo en San
Juan fue suficiente para sentar nuevas
bases.
Volvió a darle homogeneidad al movi-
miento.
Pero además, le dio una orientación
definida a sus finalidades liberales y
renovadoras.
La influencia de la ideología marxista
se acrecienta con la incorporación de
Aldo y de los que lo siguieron, que
provenían como él del Partido
Comunista.
A
ldo, al igual que Federico,
era un hombre muy dinámi-
co.
Apenas llegó a San Juan, aunque estu-
vo preso unos días, comenzó su lucha
por liberar a Federico y fundó el
comité Pro Defensa de las libertades
públicas. Las reuniones que realiza-
ron, mientras gobernaba Colombo,
fueron mesuradas. Sabían que cual-
quier extralimitación iba a ser severa-
mente reprimida.
Y el objetivo eran las próximas elec-
ciones nacionales.
E
staba claro que los bloquistas espera-
ban las elecciones.
Y acá la pregunta surge espontánea:
¿Podía pretender el apoyo popular una frac-
ción política acusada de asesinar a un gober-
nador?
Esta es la pregunta clave, la que sirve para
entender a los sanjuaninos, para comprender
lo que ocurrió en los años 20 y para saber de
qué madera estamos hechos los hombres que
habitamos esta tierra.
Pero no nos adelantemos a los acontecimien-
tos. Los partidos esperaban que el interventor
se decidiera a llamar a elecciones para consti-
tuir las autoridades provinciales y diese por
terminada su misión.
Pero era evidente que los actos de Bello no
evidenciaban un afán muy grande por convo-
car al electorado.
Se limitaba a viajar -también lo hacía con fre-
cuencia el ministro Justo P. Zavalla- contínua-
mente a Buenos Aires y a su regreso, toma-
ban algunas medidas con ese objetivo.
¿Cuál era la estrategia?
Antes de convocar el electorado, había que
solucionar muchos problemas además de los
políticos, había que organizar las juntas elec-
torales, confeccionar los padrones y elegir a
las personas encargadas de hacerlo.
L
as elecciones por realizar eran: muni-
cipales, de legisladores, de goberna-
dor y vice y pues el período que
debía completar Castro terminaba en 1923.
En cuanto a las primeras, debe recordarse,
que los municipios desde la época de Escobar
estaban manejados por comisionados y, que
las elecciones realizadas en la época de Jones
fueron declaradas nulas por Salvat.
El problema planteado por Jones seguía
vigente, es decir, debían precisar a quién le
correspondía confeccionar los padrones.
Bello ordenó por decreto del 14 de marzo,
que la confección de los padrones estaría a
cargo de un vecino sorteado entre los 10
Había que crear
las condiciones para
poder convocar a
elecciones
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Julio Bello, fue interventor durante 1922.