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JONES
S
í, la situación institucional de San Juan
estaba trabada.
¿Cómo desencajarla?
Los sectores políticos de la provincia comen-
zaron a presionar a Aquiles Castro, que estaba
en Buenos Aires, para que asumiera el Poder
Ejecutivo.
Pero a fuerza de ser sinceros, ninguno lo apo-
yaba realmente, salvo el grupito de los princi-
pistas.
Los conservadores, como era obvio, porque
era radical.
Los bloquistas porque eran
yrigoyenistas
según su concepto.
Los yrigoyenistas porque había sido infiel
a Jones.
De todas maneras el día 20 de enero de 1922
asumió.
¿Cómo asumió?
Era “vox populi” que había llegado a un
acuerdo con el presidente de la Nación y que
este le ordenó a Colombo y a Bello que le
permitieran asumir.
Pero venía con el paquete armado.
Sólo estuvo 40 días en el gobierno —desde el
20 de enero al 1 de marzo— en cuyo lapso
nombró comisionados municipales y jueces
en comisión.
El resto de su tiempo ,lo ocupó en preparar a
la provincia para las elecciones nacionales
que debían realizarse en abril.
¿Cómo lo tomó la ciudadanía?
Hubo un proceso de distención.
Se venían las elecciones y todos los partidois
comenzaron a prepararse.
Era como si el futuro fuera más atractivos que
el pasado tumultuoso.
En las fracciones radicales se produjeron
algunos cambios.
Los radicales nacionalistas e intransigentes, al
formar el bloque legislativo contra Jones en
1920, constituyeron una nueva entidad que
comenzó a llamarse, por esa razón, bloquista.
Como se recordará, la jefatura de esta frac-
ción era ejercida por
Alberto Vita y Federico
Cantoni,
éste como presidente del Bloque
Parlamentario.
P
ero la muerte de Jones era un suceso
demasiado grave como para que todo
siguiera igual.
Algunos ex nacionalistas que pertenecían al
bloquismo, se separaron de esta agrupación y
se unieron al jonismo, entre ellos el mismo
Alberto Vita
que hizo público su repudio por
el crimen.
Los móviles de los nacionalistas para unirse a
los intransigentes salieron a relucir recién en
este momento. Vita dijo que a Cantoni lo
nombraron presidente del Bloque para
“colo-
carlo simplemente como pantalla, porque
dirigirían allí los otros senadores que for-
maban parte de la Cámara”.
¿Cantoni una pantalla?
Se equivocaban.
No midieron la habilidad política de Cantoni.
Pensaron que una vez producido el derroca-
miento político del Gobernador, los naciona-
listas serían los conductores políticos de la
provincia, en reconocimiento de su lucha con-
tra el “tirano”.
C
antoni era demasiado vivo para ser
manejado.
Ya lo había demostrado cuando los
dejó a los nacionalistas que hicieran todo el
planteo jurídico del gobierno de Jones y que a
través de sus periódicos formaran a la opinión
pública en el sentido de terminar con el
gobierno de los “mandones” y salvar a la pro-
vincia de la tiranía, aunque fuera mediante un
movimiento revolucionario.
Pero eso no era suficiente.
Cantoni quería hacer “la revolución”.
Y esa revolución la hizo él solo con los de su
grupo.
Ellos eran los salvadores de la provincia,
según como se plantearon las cosas.
Si algún otro quería ese título debía compar-
tir, con los de la agrupación, la responsabili-
dad de los sucesos de La Rinconada.
Ese era un precio demasiado alto que no
todos estuvieron dispuestos a pagar. Por eso,
se produjeron las defecciones y arrepenti-
mientos, como el de Vita que expresó:
“El
único que ha tenido razón en este asunto
político de San Juan ha sido el doctor
Lloveras, porque no hemos debido unirnos
a este elemento extremista”.
No obstante, algunos nacionalistas continua-
ron unidos a los intransigentes, como
Belisario Albarracín y José A. Correa.
L
as aguas volvían a su cauce.
Quedaba claro que algunos dirigen-
tes sólo se habían enfrentado a Jones
por intereses particulares.
Pero Cantoni, no. El quería el poder. Quería
hacer una revolución. Quería ser el jefe con
apoyo popular. Y estaba dispuesto a lograrlo.
Asume Aquiles Castro
por poco tiempo
Aquiles Castro
Ilustración: Miguel Camporro