Juan Carlos Bataller
74
participado en la campaña contra los indios: Yanzón y el teniente coro-
nel Nazario Benavides.
Facundo Quiroga, hombre fuerte en la región, se equivocó y apoyó a
Yanzón, quizás porque tenía mayor grado militar que Benavides y era
un poco mayor.
Pero el 16 de febrero de 1835 ocurre un hecho que influiría enormemente
en la historia que vamos a relatar.
Ese día, en la localidad de Barranca Yaco, al norte de la provincia de
Córdoba, una partida encabezada por Santos Pérez, rodeó una galera
en la que viajaba el “Tigre de los Llanos”.
—¿Qué significa esto?—
, atinó a preguntar Facundo Quiroga, asomán-
dose por la ventanilla.
Un disparo en el ojo izquierdo lo mató en el acto.
Acto seguido, todos los acompañantes fueron pasados a degüello.
Quiroga, como hemos dicho, era el principal sostén de Yanzón pero,
además, poseía el Ejército más poderoso del interior del país.
Nazario Benavides en San Juan y José Félix Aldao en Mendoza, se apres-
taron a recoger la herencia política del riojano Quiroga, asesinado.
Se planteaba una nueva situación política.
—Federales sin dobleces deben ser los agentes de Rosas en cada pro-
vincia—,
sostuvieron.
Yanzón advirtió también la nueva situación y para congraciarse con
Rosas decretó que desde el 20 de julio de 1835 todos los empleados pú-
blicos sanjuaninos debían usar en el ojal de la chaqueta la cinta punzó,
bajo pena de perder el empleo. El 24 del mismo mes, ordena que
“todo
documento público debe encabezarse con la leyenda ¡Viva la Federa-
ción!”.
Para Benavides eso no era suficiente.
Y pronto organizó una revolución.
Con la llegada de la primavera creyó que la breva estaba madura.
Y en la noche del 21 de setiembre de 1835, Benavides al frente de un
grupo de antiguos soldados adictos y amigos asaltó el cuartel de San
Clemente.
El futuro caudillo pensó que su ascendencia entre la tropa era grande