Juan Carlos Bataller
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Queman la Carta de Mayo
Mientras esto escribía y tal como lo pedía la proclama, la Carta de Mayo
fue quemada en la Plaza Mayor y el departamento de Justicia en pleno,
con sus jueces de primera y segunda instancia, que permanecían en An-
gaco, dimitieron conjuntamente.
La ciudad permanecía bajo el estado de sitio.
No tardan en iniciarse tratativas entre los dirigentes que resistían en
Angaco y el nuevo gobernador, que se concretan en el acuerdo del “Pe-
dregal de Chimbas”. En cumplimiento de lo pactado el grupo armado
se disolvió, jurando previamente mutua cooperación y defensa.
Del Carril, a todo esto, no permanecía quieto. Solicitaba ayuda al gobierno
de Buenos Aires y propiciaba una asamblea para analizar la situación.
Un fraile dominico, Roque Mallea, le confió al oído que su vida corría
serio riesgo. Ante ello el joven mandatario depuesto partió a caballo a
Mendoza, amparado por un salvoconducto obtenido por el fraile.
Ya en Mendoza, Del Carril comenzó las gestiones para recuperar el go-
bierno.
El regreso del gobernador
Del Carril no estaba solo en Mendoza. Pronto se le unieron decenas de
comprovincianos, entre ellos la plana mayor de su partido, confor-
mando un verdadero gobierno en el exilio.
Trata de interesar a los mendocinos para que intervengan en San Juan
pues —argumenta—
“el movimiento local representa un peligro para
las demás provincias porque puede extenderse”.
Mendoza actúa con cautela. Del Carril se impacienta, sus adictos tam-
bién.
Aceptada la renuncia, el diputado Ruperto Godoy propone que se deje
de lado el mecanismo electoral y se designe por seis meses un goberna-
dor el que gozará de facultades extraordinarias durante tres meses.
Apoyada por unanimidad, la iniciativa se transforma en ley y resulta
electo don José Navarro, presidente de la sala en ese momento.
Es así como la primera medida, siguiendo el consejo de Del Carril, es la